Redes en Cuba: el temor a que las cosas se vayan de las manos

Un interesante diálogo sobre acceso a Internet, informatización de la sociedad, voluntad política y uso creativo de las Nuevas Tecnologías, está sucediendo en el blog Cine Cubano, la pupila insomne, del crítico de cine Juan Antonio García Borrero.

Hoy reproduzco –y suscribo— los apuntes que hiciera al respecto José Raúl Gallego Ramos, profesor de la Universidad de Camagüey. Y los invito a pasar por el debate en cuestión y enriquecerlo con sus puntos de vista.

“No se puede pretender entonces que las personas sean creativas ‘para oponerse a las lógicas enajenantes de las industrias culturales’ pero que no lo sean para mejorar económicamente sus vidas, participar políticamente y buscar soluciones a problemas derivados de la mala gestión de los recursos públicos”

Por José Raúl Gallego Ramos

Mi querido Juany:

Lo primero, el abrazo de siempre y el respeto y la admiración por no cansarte de promover el diálogo en torno a estos temas, aun cuando los oídos sordos, la incomprensión, y también el cansancio siguen estando a la orden del día.

En tu post, la idea central que planteas es “Yo estoy de acuerdo en que Internet es un derecho de todos los ciudadanos, no un favor que el Estado hace para premiar a los que entienda se los merece, pero creo que paralelo a ello es preciso priorizar la formación de usuarios dirigida a impulsar la creatividad, pues no hay que confundir “consumo” con “creatividad”, o acceso a Internet con conocimiento útil.”

Con ello, coincido plenamente. Sin embargo, mis preocupaciones giran en torno a dos cuestiones:

  • Que esta idea relacionada con la necesidad del fomento de la creatividad sea asumida por algunos –específicamente aquellos con poder de decisión o quienes apuntalan desde el discurso ideológico las políticas del país- como una especie de zanahoria utilizada para entretenernos y justificar las demoras y restricciones al acceso a internet. Sería algo así como decir “aún no estamos listos para ‘enfrentarnos’ a internet, primero hay que desarrollar las potencialidades para su uso creativo.” Y mientras el tiempo sigue corriendo. Y el “paralelo a ello” que tú planteas, no se cumple.
  • Que la creatividad no debe ser “controlada”, dirigida a conveniencia, ni mucho menos pensar que será el resultado únicamente de políticas trazadas “desde arriba”.

Estas son las dos ideas que trataré de desarrollar.

Como mencionas en tu post, soy de los que creo fervientemente que internet –como ya lo han reconocido otros países, incluso con menos índice de desarrollo humano que Cuba- constituye un derecho humano y que así debe ser reconocido tanto en la reforma constitucional o en la nueva constitución que “se rumora” debe formularse pronto, como en la tan esperada Ley de Prensa –que también “se rumora”- debe estar al “aparecer” (Las comillas son solo para señalar la falta de información y participación que han caracterizado estos procesos, lo cual es algo que está marcado por los mismos tabúes que considero frenan las decisiones políticas respecto a la expansión de internet en Cuba, pero ese no es el tema de este diálogo).

Internet es un recurso valiosísimo para el acceso a la información de todo tipo –lúdica, académica, política, etc.-, es una vía de comunicación e interconexión como no había existido antes en la historia de la humanidad, y es también una plataforma cargada de instrumentos, herramientas y contenidos que permite desarrollar y potenciar tanto la creatividad más genuina como la estupidez más visceral.

Al igual que ocurrió antes con la discusión respecto a los libros, el cine y la televisión, internet depende mucho de quién lo use, cómo lo use y para qué lo use. Pero si de algo estoy convencido es que las condiciones de uso condicionan el uso de cualquier soporte (y valgan todas las redundancias) y mi gran preocupación ha sido siempre que no podemos esperar “uso creativo” de las tecnologías cobrando a las personas uno de los precios de conexión más altos del mundo y en condiciones de incomodidad extrema que para nada facilitan ese uso creativo que requiere de exploración, análisis, tiempo. Sobre esto ya he comentado con más detalles en el post Wifi, internet y sus usos sociales en Cuba, que tú tuviste la gentileza de publicar en tu blog.

A mi juicio, buena parte del uso creativo de las tecnologías en Cuba, se ha dado al margen de las políticas institucionales del país, más bien como respuesta a las restricciones impuestas por las políticas institucionales, lo cual ha generado que una parte importante de ese uso creativo de las tecnologías hoy se realice en condiciones de ilegalidad o a-legalidad. Ahí están las redes barriales para jugar, compartir contenidos audiovisuales o buscar soluciones colaborativas a problemas de la vida práctica, las aplicaciones off-line para promover negocios, el Paquete con todo lo que pueda criticársele y muchos otros ejemplos. Y todas estas son soluciones que han sido desarrolladas no por “enemigos de la Revolución”, sino por el propio capital humano formado por las políticas educativas de la Revolución en las universidades, institutos politécnicos y diferentes centros de enseñanza del país; ese mismo capital humano que hoy se marcha de la empresa estatal y los centros de enseñanza –donde tanto se les necesita- porque no encuentran allí la remuneración justa a su trabajo y en correspondencia con su aporte, o porque sienten que sus potencialidades son frenadas por trabas burocráticas o por actividades extra-laborales que les consumen más tiempo y recursos que aquellas que constituyen su motivación fundamental. Por supuesto, que no puedo generalizar, aún hay muchos jóvenes que desde las universidades y el sector estatal desarrollan soluciones valiosas, creativas y de gran impacto para nuestra economía y sociedad, pero los datos aportados en la última sesión de la Asamblea Nacional por el diputado camagüeyano Eulogio Pimentel sobre la fuga de talentos del sector estatal, obligan a revisar qué está pasando.

¿Entonces por qué no aprovechar todo ese potencial, dialogar con él, incorporarlo a ese proceso de informatización del que hablamos? ¿Si de verdad las restricciones que hoy existen en Cuba para el acceso a internet responden más a problemas económicos que a trabas políticas, entonces por qué persisten regulaciones aduanales que impiden la entrada –salvo con autorización del Ministerio de Comunicaciones- al país de dispositivos para la conectividad? ¿Por qué no se comercializan módems, routers, antenas wifi en nuestras tiendas recaudadoras de divisas? ¿Por qué la creación de redes informáticas por ciudadanos naturales y sin fines de lucro sigue teniendo un estado de incertidumbre respecto a su legalidad? ¿Por qué las redes que hoy existen han tenido que asumir como regla la exclusión de los debates en torno a cuestiones de política con el fin de asegurar que ‘los dejen tranquilos’? ¿Acaso no es también la participación política una de las áreas en las que más puede ayudar la interconexión informática, favoreciendo a nuestra esfera pública sobre todo ante el enquistamiento evidente de los mecanismos formales de participación?

Internet es ante todo una plataforma de interconexión y allí radican sus principales potencialidades para estimular la creatividad. Pero también, a mi juicio, uno de los principales inconvenientes para aquellos que la siguen viendo con ‘malos ojos´. Las posibilidades actuales de interconexión on-line y off-line, combinadas con el derecho de inviolabilidad de las comunicaciones personales, pueden romper con la lógica de la vigilancia panóptica, verticalidad y control estatal omnipresente que han caracterizado a nuestra vida pública en más de medio siglo. No se puede pretender entonces que las personas sean creativas “para oponerse a las lógicas enajenantes de las industrias culturales” pero que no lo sean para mejorar económicamente sus vidas, participar políticamente y buscar soluciones a problemas derivados de la mala gestión de los recursos públicos.

¿Necesitamos una política pública que paute y guíe los procesos de informatización? Sí. Pero en lo que esa política llega, que lamentablemente sus lógicas y tiempo de elaboración no serán muy diferentes a las de la Ley de prensa y la reforma constitucional que mencioné al principio- eliminemos las trabas que frenan el desarrollo de las creatividades a partir de las nuevas tecnologías, demos rienda suelta a la creación de redes, plataformas y aplicaciones variadas que propicien la interconexión de las personas, la búsqueda de soluciones a problemas comunes, el intercambio, y creemos los mecanismos –como lo has hecho tú en las cibertertulias y los encuentros- que posibiliten la socialización y el debate de las experiencias más exitosas.

Mi apreciado Juany, según mi criterio muy personal y signado por la falta de evidencia concreta que caracteriza a los asuntos públicos en Cuba, sí existe temor a internet en importantes sectores del poder en Cuba. Y contrario a lo que muchos piensan, no es temor al consumo de pornografía ni a la publicidad, sino temor a las posibilidades de asociación, de expresión e información que esta plataforma posibilita. El temor a que “las cosas se vayan de las manos”. El mismo temor que veo en las dificultades para el reconocimiento de asociaciones, en el número de carné de identidad que te piden cuando compras una tarjeta wifi o creas un blog en la plataforma cubana, en el hecho de retirar el acceso a internet en sus escuelas o centros de trabajo a personas por visitar determinadas páginas o escribir comentarios que no gustaron a algún directivo. Ahí, mi amigo, es donde considero que está la tensión fundamental entre ese uso creativo que queremos estimular y los frenos que aún persisten: en que la creatividad necesita libertad.

Los cubanos hemos demostrado tener una capacidad creativa impresionante cuando las necesidades lo exigen, lo cual está emparado por supuesto, por los altos estándares educativos del país, los cuales deben seguirse incrementando y fomentando desde edades tempranas en cuestiones relacionadas con la alfabetización digital. Así que si en verdad queremos estimular el uso creativo de las tecnologías, creo que un paso importante sería eliminar las restricciones que entorpecen el uso no lucrativo del espectro radioeléctrico, eliminar la censura y vigilancia sobre la libre expresión de las personas en internet –siempre que esta no viole las leyes del país-, facilitar la creación de cooperativas u otras formas jurídicas que posibiliten el reconocimiento y aporte a la sociedad de ese creciente número de profesionales que se mueve hoy informalmente en la producción de softwares y tecnologías afines, y sí, inevitablemente, eliminar las trabas que existen hoy para el acceso a internet en el país, reconocerla como un derecho humano y asumir, cómo lo hizo la Bolivia de Evo Morales:

  1. Que es el Estado el principal responsable de implementar este derecho.
  2. Que debe fomentarse conjuntamente con la conectividad, la alfabetización digital, el uso creativo de las TICs y la innovación tecnológica en función de intereses sociales, el desarrollo nacional y la soberanía tecnológica.
  3. Asumir el principio de asequibilidad, que implica que en tanto derecho humano pero que requiere de importantes gastos en infraestructura, los precios para su acceso deben ser asequibles y las ganancias mínimas en pos de maximizar el acceso ciudadano y la democratización de las TICs. (Lamentablemente como ciudadano cubano no tengo acceso a información que dé cuenta de las ganancias de ETECSA –las cuales deberían ser de dominio público, por ser esta una empresa estatal- pero al tener Cuba uno de los costos de acceso a internet más caros del mundo, no creo que se cumpla actualmente con este principio)

No podemos esperar a una política única y centralizada que estimule la creatividad. Las políticas públicas deben existir, es más, es necesario que existan, pero debemos dejar que las personas tengan acceso a las herramientas, “que choquen con la concreta”, como se dice en la calle, que se gestionen de manera independiente los conocimientos –aquellos que puedan y sepan-, mientras en paralelo (siempre en paralelo) se ofrezca la ayuda necesaria para aprender a aprender, para gestionar conocimientos, para explotar al máximo y en función de intereses sociales y también personales –siempre que no entren en contradicción con los sociales- las posibilidades que nos ofrecen las herramientas informáticas desarrolladas por otros y aquellas que nosotros mismos podamos desarrollar.

Pero tenemos que confiar en las capacidades de las personas y no pensar que solamente desde “la institución” o mediante la labor de algunos individuos con más conocimientos se puede “enseñar” a usar creativamente las tecnologías. Esa es precisamente la lógica que puede romperse con internet. La institución debe ser un acompañante en el proceso, pero no el centro. Tampoco podemos esperar a que con el acceso a internet todo el mundo se convierta en “pro-sumidor”, como mismo con la lectura y el cine no todo el mundo desarrolló un pensamiento crítico; y no está mal, no pasa nada, ni se va acabar el mundo. Pero se trata de dar las posibilidades, de acceso, de aprendizaje, de socialización y creo que ello Juany, será mucho más fácil de lograr con un acceso abierto y libre a internet, acompañado de procesos a escala micro y macro de alfabetización digital, que con la creación de cientos de Joven Club u otras instituciones en las que se intenta dosificar y guiar el proceso de aprendizaje.

Como dice el dicho, “A Dios rogando, y con el mazo dando”. Por eso si bien considero de suma importancia todo el trabajo que tú y muchos otros están haciendo en función de potenciar el uso creativo de las tecnologías, creo que tampoco pueden perder de vista que la cuestión es llevar ambos procesos –enseñanza e informatización- en paralelo, y que esa idea la defiendan, argumenten y exijan en todos los espacios que sea posible aprovechando todo ese capital simbólico y el respeto que merecidamente se han ido ganando.

Un abrazo fuerte, te reitero mi disposición a ayudarte dentro de mis posibilidades y aquí estamos, para lo que necesites.

José Raúl Gallego