La venganza del tomate
El tiempo de frío en Cuba— si es que se le puede llamar “frío” al clima fresco—, tiene una manera peculiar de anunciarnos su llegada. Cuando aparecen los primeros tomates en las carretillas de los revendedores de productos del agro, se puede decir que ha comenzado el invierno aquí, independientemente de la temperatura que haya.
Se trata más nuestro invierno de esa sensación que te invade al pasar por el mercado y ver los precios enfermizos de la llamada comida sana. Durante el resto del año, normal, no hay nada sano que apetecer, salvo algunas yerbas marchitas logradas a puro pulmón en organopónicos, pero ya a estas alturas de noviembre comienzan a verse las coles, las cebollas, las habichuelas y sobre todo el tomate. O sea, que duele más tragarse un boniato reseco porque la opción blanda está a la vuelta de la esquina; cerca y kilométricamente lejos a la vez…
El año pasado, si recuerdan, acabándose noviembre, nosotros el pueblo nos quejamos enérgicamente de esa sensación de frío y desamparo que llega con el invierno, a través de los canales pertinentes: chivateando al prójimo carretillero, escribiendo a la página humorística del diario más solemne del mundo, o poniendo cara de estreñimiento y necesidad frente a las cámaras del reality show Cuba Dice. Luego, como era de esperar, el gobierno intervinió…
No intervino, intervinió como solo él sabe intervenir desde la época en que confiscaron cada serrucho de carpintero en nombre del derecho colectivo: fortaleció un puñado de cooperativas desnutridas mediante la ingeniosa colocación del adjetivo “fortalecida” detrás del sustantivo “cooperativa”, les dio a un diploma bonito a los campesinos, a cambio de lo cual estos juraron con los dedos cruzados vender al estado toda su cosecha, y levantó el ánimo y arregló los camiones de ACOPIO, una empresa estatalsocialista a la que todos daban por muerta siguiendo el ingenuo juicio de que para obtener resultados distintos el gobierno tendría que hacer cosas distintas.
Pensamos eso, que quería resultados distintos, pero en realidad solo quería bajar de precio del tomate durante los meses de enero y febrero, para que en televisión pareciera que nuestro plato importaba, y también para que el Presidente tuviera al menos un línea positiva con que aderezar su amargo discurso de mitad de año ante la Asamblea Nacional.
Una absoluta hijeputada, considerando el montón de carretilleros que fueron multados, decomisados, asustados, y el tremendo gasto económico que significó la rehabilitación de varios mercados estatales que hoy brillan por su limpieza… que es a la vez ausencia de comida. Más perece— el que me toca—, una exposición de calabazas, plátanos y mango enlatado, que un mercado agropecuario: la gente piensa que están viendo doble o triple, pero no, en realidad son dos o tres quioscos idénticos, vendiendo exactamente la misma porquería, como si antes nos hubiésemos quejado de quiscos feos y no de quiscos vacíos…. ¡Hasta uniformaron al vendedor…! ¿…?
Podríamos pensar “¡ay, pobrecito Gobierno, infeliz, mono viejo al que los hombres malos le tocan las nalgas a penas se da la vuelta”, es decir, esto si no fuera por las miles de cosas útiles que podría hacer Gobierno y no hace, mientras se empecina en reanimar la emulación setentera con métodos de cuando algunos cubanos aun nos respetábamos entre nos, de cuando las listas y resoluciones resuelvelotodo demoraban más en convertirse en papel higiénico.
La gente reacciona de muchas formas al ver los fantásticos precios de las verduras. Algunos discuten con el vendedor, y otros, en negación, se alegran de que al menos ha bajado el precio de las jabitas plásticas…
Yo, por ejemplo, me pregunto: ¿cumplirán sus promesas de volver sobre el tomate los indómitos periodistas del estelar investigativo Cuba Dice, o seguirán adelante con nuevos problemas para denunciar y minimizar, eludiendo la vergüenza pública? De cualquier manera, ya el tomate cumplió su venganza de estrenar nueva temporada costando más que lo que cuesta la carne de cerdo.
La economía de mentiritas — quien lo diría…— perdió la guerra contra las lógicas de la oferta y la demanda.
Y en su venganza mortal dejó en ridículo al periodista que nunca dice lo que Cuba entera piensa y dice, al cederista estreñido que chivateó al carretillero gordo, al anapista enardecido que recitó hermosas décima para saludar el plan, y al gobierno que piensa que puede imponerle precios al tomate sin que a la primera vuelta todos le toquen las nalgas…
¡Hasta le tirarían tomates, pero sería tremendo desperdicio!
Alberto Junior Hernandez Morales 3:23 pm el 18/11/2016 Enlace permanente |
Jajaaaja, genialllll as always.
Mar 7:31 pm el 02/12/2016 Enlace permanente |
Hoy sale más caro ser vegetariano que carnívoro! Menos mal que a mi no me gustan los primeros.