Ficción fribrosa
«Yo he visto al verdugo matar al juglar, y ambos herejes, queriendo escapar»
Carlos Varela
Not so long ago, en un reino muy lejano, hubo una crisis muy dura. Sus habitantes estaban acostumbrados a la bonanza: el vino y los dulces llegaban al por mayor desde remotas regiones… pero de repente todo cambió.
La gente comenzó a bañarse con jabones de cebo, que provocaban ardor en los orificios del cuerpo, o con trapitos untados en alcohol, que causaban el mismo efecto, y además escalofríos. Usaban ropa interior cosidas en casa, que se ceñían a la pelvis gracias a las bondades elásticas de los condones. Y de tanta necesidad llegaron hasta a disputarse la comida, esto es: a multarse y meterse presos los unos a los otros por traficar panes con mantequilla en un estadio de pelota, o vender refresco instantáneo sin debidas autorizaciones casi imposibles de conseguir: inventaron entonces el bistec de colchas (de colchas de limpiar los pisos, no de taparse del frío), la «metralla» (moledura de cáscara de plátanos) y otras variantes alimenticias menos sípidas.
En un pequeño pueblo, al centro-este del reino, vivía el joven Robin Hood, al que todos llamaban Manolito. Carismático como nadie, el joven creía en la igualdad entre los hombres, en el poder de la virtud y el sacrificio propio en beneficio del prójimo, de modo que decidió utilizar su accaso al almacén central del Palacio para subirle la hemoglobina a algunos habitantes del reino. (Más …)
Mar 7:06 pm el 20/02/2013 Enlace permanente |
Me cae bien este Manolito