2017: vieja y nuevas profecías para Cuba
Primero me enseñó la espalda: ¡mira como la tengo, mira! La tenía roja, maltratada como si se hubiera rascado con un cepillo de alambres. Dice que fueron las langostas, que tuvo que escondérselas allí para evitar que se las quitaran los policías hijoeputas del punto de control de la carretera.
Luego quitó la cara de autolástima y en su habitual estado de delirio me contó la más reciente revelación que le hiciera el Sefer Yetzirá: tenemos que irnos pa’l carajo de aquí lo más pronto posible porque “se acerca el final”.
Un potente terremoto se tragará grandes masas de tierra en el oriente cubano y hará que la ciudad de Camagüey tenga costa en el mar Caribe. Después iba a ser cuestión de horas el colapso del gobierno en Cuba.
Eso fue en el 2012; profecía de cataclismo y consecuente olor a playa en el patio de mi casa para finales del 2014.
No sé por qué lo recuerdo ahora, casi acabándose el 2016. Quizás porque ahora faltan dos años para que sea el final del 2018, año en que, según la última y más extendida profecía nacional, deberá cambiar algo en Cuba, mediante el cambio de la persona que manda en el destino de las otras por la persona que simbolizará el mandato del uno sobre los otros.
Y mucha gente ha puesto en ello su fe, como si la gasificación de una cosa sólida significara que desapareció, o aun algo más además de que ya no estará al alcance de nuestros sentidos elementales.
Si ahora mismo hubiera olor a playa en el patio de mi casa podría pensar que necesitamos confiar más en las bolas de cristal, pero la playa sigue allá en la casa del carajo… para suerte de millones de orientales que no tuvieron que disputarse el oxígeno trepándose a la cabeza del Martí del Pico Turquino; pero igual para desgracia de quienes han vivido las últimas décadas en Cuba esperando que poderes sobrenaturales o calamidades naturales hagan lo que no hace la gente.
En su delirio profético los entusiastas de la paciencia tienen ahora mismo la mente puesta en el año 2018, porque en 2018 “se va Raúl” (o dice que se va), y como él se va, pues ya, lloverá jamón en la ciudad, las guaguas se desoxidarán solas, ETECSA se volverá bonita al quedar libre del hechizo de la bruja, y los diputados de la Asamblea Nacional aprenderán a pedir la palabra para decir “yo me opongo”, o bien a gritar “ni cojone” en caso que se la nieguen. (Más …)
Si es cierto no sé a que esperan para cargarse el mundo