Ojos y Oídos de la Revolución: ¡Infórmalo! *

A mí me da miedo tirar fotos. Tanto que a veces pretendo que hago un selfie para sacar lo que quiero en el fondo. Pero la verdad es que esa técnica es una reverenda mierda y rara vez da resultado: no la recomiendo.

Recomiendo mejor enfrentar el miedo, y en mi caso, voy a empezar confesando el origen de la fobia.

Todo comenzó en una calurosa y aburrida madrugada de un mes que ya no recuerdo, pasillando la terminal de ómnibus de Ciego de Ávila, entre gente descocotada del sueño y gente rascándose el culo de tanta incomodidad.

“¿Sabe usted lo que es el SUERC?”, decía la pancarta desvencijada en un muralito con noticias viejas. Luego en ninguna parte aclaraba el significado del acrónimo, pero sí añadía lo siguiente:

Ojos y Oídos de la Revolución”. “Todo lo que se ve y se oye, ¡INFÓRMALO!”

Yo lo vi, y no lo creía, y se lo enseñé perplejo a quienes viajaban conmigo, y ellos tampoco creyeron. Siempre habíamos pensado que ese asunto de la informadera funcionaba en plan agentes secretos, pero no así al descaro y por la libre.

Hubo incluso quien se atrevió a sugerir que se trataba de una broma. O eso pensó al menos hasta que vimos otro papel, debajo, con una tabla bien seria explicando las posibles acciones enemigas y la correspondiente actitud ciudadana a seguir en cada caso.

¿Y qué creen…? Entre las conductas susceptibles a desatar todo un dispositivo antiterrorista estaba esta:

Personal sospechoso tomando fotos a objetivos económicos y sociales

¿Quién es un personal sospechoso que tira fotos? Obviamente, no va a ser el japonés de 400 años obturando compulsivamente con una Nikon de 4000 dólares. Nada hay de excepcional en ello. El sospechoso en todo caso sería yo, cubano curioso… ¿Quién ha visto una gorda con sentimientos, David? ¿Y a un cubano curioso documentando el entorno con un teléfono plástico cuando debería estar, normal, sufriéndolo como todos?

En virtud de alguna norma de seguridad nacional, yo— y usted también si no lo acompaña una buena pinta de turista—, podemos ser peligrosos con una cámara en la mano. Y al peligro potencial hay que atajarlo, por delincuente. O como reza el eslogan del inepto vigilante “ante la duda prohíbe”.

Me pasó cuando me dejaron semidetenido durante 1 hora en la garita de una fábrica de pienso por carecer del carné que me acreditaba como “periodista oficial”, aunque efectivamente entonces lo era.

Y más recientemente también en la fábrica de helados Coopelia, de Camagüey. El CVP me embistió, con su bigote Serrano y poniendo cara de fiscal: que no, que no podía tomar fotos en mil kilómetros a la redonda. Y yo no pretendía revelar las coordenadas del sitio para un ataque con drones ni un carajo, sino retratar el cartelito de la entrada para reírme en silencio (junto a ustedes, claro…) del burócrata de raza que puso allí “En esta fábrica se producen alimentos para los seres humanos”, “Aquí si hay traqueteo”, y otras guanajerías típicas de una película de absurdos.

Y bueno, así fue que terminé haciendo selfies cobardones, ante la eterna preocupación de que algún “Ojo y Oído de la Revolución” me “Informe” completo pa’lante por terrorista, o incluso decida tomarse la justicia por sus propias manos, y tumbarme de un janazo el único teléfono plástico que tengo.

Como le dijo Obama a Pánfilo, compañeros, “¡Noes facíl!”

*Publicado originalmente en Cubanos por el Mundo