Cuba: salud «por la canalita»

Cuando uno de pequeño escucha frases como «bastión inexpugnable de la Revolución» no puede sino fijarlas en el cerebro para siempre. Tal gradilocuencia usualmente se refiere a los servicios de salud y educación que son masivos y gratuitos en Cuba desde 1959.

Yo provengo de una familia de médicos y me cuesta trabajo hablar del sistema de salud cubano. Conozco los malabares que hace un médico para atender lo más decorosamente posible al paciente en medio de tantas carencias; y conozco también al paciente, que va a la sala de urgencias a medirse la presión arterial solo por matar el aburrimiento.

Hace un par de días intenté sin éxito programarle a mi hijo de casi 2 años una cita con el inmunólogo. Fui por aquello que llaman «la canalita», que es la forma correcta de hacerlo y como lo hacen la mayoría de los cubanos, sin familiares o amistades influyentes.

Según la ONU Cuba cuenta con uno de los mejores sistemas de salud del mundo, pero en Camagüey no puede solicitarse un turno con el inmunólogo infantil hasta nuevo aviso.

Tampoco tuvo éxito una madre que necesitaba cita con el cardiólogo para su niña de 11 años. Le dijeron que si quería podía inscribirse en una lista… para el mes de septiembre.

Se sabe que lo que no es urgente es postergable, pero ¿tres meses…?, ¿hasta nuevo aviso?, ¿la atención médica infantil?

El mundo de «la canalita» en los servicios de salud era para mí un mundo desconocido hasta que una madrugada llegué a la sala de emergencias del Hospital Pediátrico de Camagüey, con mi hijo vomitando. Entonces una estudiante de medicina con sueño (única opción disponible) de quien solo recuerdo su excesivo maquillaje, me preguntó si ya lo había llevado a «curar el empacho»… En esas circunstancias solo puedes respirar profundo y despacio, buscando en el aire moléculas de resignación, y luego maldecir la hora cabrona en que no tienes la opción de venderlo todo para pagarle a tu hijo una atención adecuada.

En Cuba no hay clínicas privadas y ningún médico se atreve abiertamente a cobrar por sus servicios.

No obstante, en cada centro de atención, hay al menos una pancarta que te recuerda que «los servicios de salud son gratuitos pero cuestan…», e incluye los pormenores del costo de un día de ingreso hospitalario, una consulta, análisis de sangre, etc. Las pancartas no dicen que esos servicios los paga indirectamente el mismo ciudadano que lo recibe.

Luego de la reforma migratoria muchos médicos cubanos se fueron a buscar contratos de trabajo en países de Latinoamérica y África donde les pagan mejor que en Cuba, con el correspondiente impacto negativo en la calidad de los servicios sanitarios internos.

Aunque el déficit de profesionales es visible, la falta de información pública no permite conocer el daño concreto. Tampoco hay políticas transparentes que empiecen por reconocer el hecho y terminen por trazar un plan de soluciones, de modo que las especulaciones abundan entre la población.

Una de ellas supone que el Estado pagaría a cada médico entre 5000 y 6000 pesos mensuales (aproximadamente 240 USD), previo acuerdo de no abandonar el país aun en concepto de vacaciones. Otra teoría, menos simpática, se aventura a pronosticar la reinstauración del Permiso de Salida para el personal de la salud y la congelación de los trámites de legalización de títulos.

Algo lamentable es que no haya prensa capaz de tomarle el pulso a la realidad. Más fácil ha resultado descubrir en cifras el fracaso del programa norteamericano de sabotaje a las misiones médicas internacionalistas, que descubrir lo que pasa hoy dentro de la Isla.

Ni la prensa oficial, ni la prensa disidente, ni la llamada prensa «alternativa», pueden ahora mismo ejercer con dignidad el periodismo y revelar ante la opinión pública cuántos cardiólogos e inmunólogos se han ido del país en lo que va de año, o cuántos idiotas con sueño se graduarán en las facultades de medicina para diagnosticar «empachos» y remitir la idigestión al curandero del barrio.

Por otra parte hay una brecha evidente entre los cubanos que escriben en Internet porque tienen formas de acceder a la Red (y a través de los cuáles usted se forma una visión de la actualidad nacional) y aquellos que se desquician a diario en las salas de espera de un hospital de provincia.

Los primeros, mayormente, logran sortear la canalita aunque anden en ómnibus y compren en el mismo agromercado. Los segundos oyen lengua ininteligible cuando alguien habla de Internet.

Mientras los ciudadanos no tengan los recursos de comunicación que son regulares en la mayor parte del mundo civilizado, y la prensa que no es prensa sino artificio de prensa siga entretenida con el triunfalismo conservador, el fatalismo disidente o el deshielo, la esperanza y el orgullo nacional, pocos conocerán la historia de una madre que debe esperar tres meses para que un cardiólogo evalúe las frecuentes taquicardias de su niña.