Dichos y hechos en buen cubano

A continuación paso y comento tres creativas construcciones del lenguaje oral de los cubanos. Siempre he pensado que las formas populares del discurso superan con amplísima ventaja cualquier teque inteligentoso, tedio de prensa (…texto, perdón), o ensayo académico, por más alto vuelo y razón que estos lleven, toda vez que lo lleven.

Así, el reguetón, la salsa y la timba, por ejemplo, pueden ser buenos termómetros (como los termómetros soviéticos) para medir lo social, la adolescencia, la cultura y todo eso que parece ser muy importante.

¿Usted se imagina a la Asamblea Nacional en el Palacio de Convenciones analizando el contenido cultural de una selección de temas reguetoneros? Si ya lo hace seguro se imagina también alguna que otra piernecita de chica moviéndose al compás del ritmo por debajo de la mesa, o a un diputado de Alamar sacudiendo los hombros con disimulo y luego diciendo: “Unjum, así mismo es, absolutamente grotesco…”.

¿Se imagina un fiestón con vasitos de cubalibre al lado de los micrófonos y a Osmany García de invitado especial en la Asamblea…? Y luego el coro: “¡La Fábrica de Éx-i-tooosss…!”. Todo el mundo “con laj manos pa’rriba (laj do’), y dando palma’j”.

Según supimos a través de una fuente confiable y jodedora que pidió el anonimato, las palmadas (aplausos tradicionales) serán sustituidas próximamente en la escena nacional por el típico aplauso chino, lo cual ofrece un espectáculo más lindo y disciplinado, y además no hace ruido.

Ahora las frases:

1-“¡Habla seco que llegó la esponja…!” (escuchado en barbería cuentapropista). Refiere la precaución que la gente tiene en opinar sobre asuntos de la realidad nacional, ante determinados personajes lengüilargos o con fama de chivatones del barrio. Contrario a la tesis que sostienen algunos malintencionados, la chivatería, en sus múltiples manifestaciones, apareció en Cuba mucho antes que los CDR y que las barberías cuentapropistas.

El mismísimo Hatuey, por ejemplo, fue víctima de un vil trompetazo indio, porque según el trompeta indio, Hatuey ya le había chocado la canoa dos veces, primero cuando venían huyendo de La Española, y luego durante un torneo taíno de captura del manjuarí del Toa.

Dice mi socio el barbero— el que recomienda “hablar seco”— que los establecimientos como el suyo son de referencia obligada para los sondeadores entusiastas de la opinión pública local. Yo, por suerte, tengo un papel de la Universidad de Oriente que dice que soy periodista. Estoy justificado: lo que sacó por ahí de la opinión pública es para el consumo público, y no para el desayuno informativo de ningún grupito de “itos” privilegiaditos.

2-“Mami, te cambio esos ojos por una botella de puré” (escuchado en el agromercado). Piropo que refleja la importancia trascendental que para la ama de casa cubana tiene una botella de puré de tomates. Una lata industrial del producto cuesta el equivalente a un tercio del salario promedio mensual. Por eso mucha gente compra tomates baratos, los hierven en un caldero de hacer caldosas y ajiacos colectivos, los baten en la batidora (o en una lavadora Aurika adaptada), los envasan en botellas recicladas con cera de vela en el pico, y entonces venden puré en los barrios y agromercados.

Como norma el camagüeyano es bastante higiénico para este asunto fabril (caseramente se fabrica también mantequilla, mayonesa, cerveza, refresco gaseado, etc.) pero el Vibrion Cholerae es una puerca bacteria que se las ingenia para convertirnos la ciudad, de tanto en tanto, en una suerte de burgo medieval en el que todo el mundo le coge miedo a comerse un bocadito en la calle. No llega a ser ese dibujo de enciclopedia en la página de Peste Negra (Europa, siglo XIV), pero sí hay cal blanca en los registros de alcantarillado y monotema conversacional.

Yo no soy epidemiólogo, pero creo que el calor del verano no estimula tanto al Cólera como las fiestas del San Juan (carnavales populares). El contagio de la enfermedad implica siempre el contacto de la mierda con las cosas que se comen o se beben; y en tiempos de carnaval hay un pico en la práctica de comer en la calle alimentos preparados al descuido.

3-“A llorar a maternidad…” (escuchado en múltiples lugares). Alocución que indica la costumbre cubana de ser fuerte ante situaciones adversas, y no quejarse por cualquier cosa. Aunque la ausencia de un par de zapatos enteros para ir a trabajar y el deterioro sostenido de la economía del hogar no sean “cualquier cosa”, la gente suele resistir y vencer. Vivir es resistir y vencer. Pero al final todo el mundo se muere, y se acaban la vida, la resistencia y la vencedera. Una mierda de naturaleza, pero es así; no lo decide uno.

La frase también denota el irrespeto de algunos por el dolor de los otros. Los que dicen “a llorar a maternidad” interpretan con egoísmo que sus tragedias personales (o determinadas tragedias colectivas) son más tragedias que las tragedias de los demás. La antipatía social resulta de las tragedias y crece con ellas. Y mejor paro aquí… que ya esto se me va haciendo un plagio aburrido del documental La Isla de las Flores.