El fraude y las pruebas

Un escándalo de fraude académico y ventas de pruebas de ingreso a la Educación Superior mueve por estos días las teclas de muchos blogueros y periodistas.

Cuando yo estudiaba también había fraude, normal… “fijadera” y relajito en los exámenes, pero debo confesar que los de ingreso a la Educación Superior eran un campo sagrado. Los malosos más malosos de la escuela estaban obligados a estudiar si querían sacar la nota. Claro, que también valían 35 puntos para aprobar y sobraban las ofertas de carreras. Pero ahora parece que hacen falta más puntos y el asunto se ha puesto comercial.

En mis años de preuniversitario el “chivo” era la variante más utilizada para el fraude (papelitos que se escondían bajo el uniforme). Yo alguna vez llevé algunos, pero nunca me hizo falta sacarlos, y cuando lo comprendí dejé de hacerlo.

Otra técnica era garabatear las fórmulas de física, química y matemáticas, con un lápiz, en la pizarra verde del aula: de esa manera solo el que la escribe sabe exactamente desde que ángulo mirar para que, a juego con la luz, salte a la vista el escrito.

Se usaba asimismo marcar las fórmulas en gigantografía, con tiza o ladrillo rojo, en la pared de un edificio cercano, a la vista del estudiante pero no del profesor. Igual todo era inútil, al menos para mí. Nunca fui estudioso entusiasta pero corrí con la suerte de saberme las preguntas solo con atender a clases. Tuve buenos profesores, y voy a mencionar dos porque me da la gana y se lo merecen: Laguna (español-literatura), y Pedro Palacios (matemáticas). Ambos andan por ahí, a pie y en bicicleta, como siempre, y siempre los saludo con un cariño del carajo.

La física me llevaba particularmente recio…. Si aun hoy me confundo con cuál es la mano derecha y cuál la izquierda, cómo diablos iba a aprenderme la Ley de la Mano Derecha para simular que agarraba una bobina electromagnética, que además estaba en un papel plano. Las pruebas de física con preguntas sobre bobinas parecían más una cosa de locos donde todo el mundo le daba vueltas al papel de la prueba y retorcía las manos en el vacío.

Cuando llegaron las pruebas de ingreso para la Universidad pagué 20 pesos mensuales a un repasador particular de matemáticas. Español e Historia no me intimidaron tanto.

Practicábamos con exámenes de ingreso de años anteriores, y eso bastaba. En uno de esos exámenes, de matemáticas, había esta pregunta: “Al Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz le han hacho 480 atentados en 45 años. Halle la razón”. Se trataba simplemente de dividir 480 entre 45… pero no, algún pobre diablo, acaso confundido de tanto estudiar Historia de Cuba, respondió en coherentes parágrafos que: “La razón de los atentados al Comandante es que el imperialismo yanqui siempre ha querido acabar con la Revolución y un ejemplo es Girón… etc, etc, etc.”…. Eso me lo contaron; y me lo creo.

Lo que sí no me creo es que en otra prueba, de español, pedían una oración con gerundio y otra con participio, y según me dijeron alguien escribió entonces: “Gerundio es un buen cederista”. “Yo participio en todas las actividades del barrio”… No creo que se pueda ser tan bestia.

Otra respuesta que figura como “joyita” del ingreso a la Educación Superior— y que también me creo— fue dada en un examen de Historia de Cuba. Se pedía una valoración de la labor de Martí durante la Tregua Fecunda, y el alumno respondió que “La labor de Martí en la Tregua Fecunda fue muy buena”.

Todo eso era cuando los estudiantes no tenían la distracción del audiovisual onmipresente, o de los celulares y los negocios. Cuando los buenos profesores daban buenas clases en las escuelas. Así que imagino que ahora se verán respuestas peores.

Nada me anima a pensar que el comercio de pruebas de ingreso sea una desgracia transitoria, fácil de resolver a través de unas cuantas medidas ejemplarizantes en el Ministerio de Educación. El dinero es algo tan feroz que siempre se las ingenia para salir de los corrales. Prefiero contar con que será otra institución, la familia, la encargada de hacer valer la utilidad de la virtud.