Playa Leonora y la TV que no mejora

Iba a dejar pasar la oportunidad de hablar mal de la nueva telenovela cubana, “Playa Leonora”, que más parece una miniserie de bajo presupuesto, pero al ver una parte de las sesiones del recién concluido Congreso de la UNEAC decidí sumarme otra vez a la pandilla: si los artistas y escritores de este país se la pasan criticando a la TV, Congreso tras Congreso, y ellos son quienes la hacen, algo debe estar bien jodido ahí en alguna pieza del mecanismo.

Cuando no se tiene Internet la Televisión es una cosa muy importante— como lo fue para la civilización normal en los años 70…—, de ahí que en Cuba el tema sea objeto de debate reiterado. Pero lo que más preocupa es que mientras más se debate al respecto, y mientras más se esfuerzan en el ICRT (teóricamente) en revertir el estado comatoso de la TV cubana, peores son los resultados. Peores las telenovelas, las películas, los informativos, los programas infantiles y las escazas series para jóvenes sin computadoras.

Muchos culpan de esto al consumo audiovisual alternativo, que obviamente ha elevado los estándares y expectativas de la gente, pero yo no creo en ese tipo de argumentos evasivos. Pasa que es palpable el deterioro de las producciones nacionales y la apatía de los implicados; tan así que cuando se retransmite alguna serie antigua, por mala que haya sido, la gente lo agradece.
Uno de los mejores ejemplos para ilustrar la situación es la telenovela de marras, que recrea la vida en un pueblo de mar donde las ambulancias llegan 3 segundos después de haberlas llamado, y donde los periodistas investigan historias interesantes sin orientaciones de los funcionarios del Partido.

Entre los personajes de Playa Leonora hay una cocinera, gorda y de braga fácil, que es buena y su misión es rehabilitar a un profesor de matemáticas expulsado arbitrariamente por fraude académico. Hay igual una tropa de jóvenes científicos que duermen en casas de campaña a la orilla de la playa y buscan algo en el fondo marino; y trabajadores de una empresa que lo mismo maneja contenedores de carga que motoniveladoras arícolas.

Quisiera abundar más en la historia del mito que pretende ser eje del argumento, pero no puedo porque no lo entiendo y dudo que sea mi culpa, pues aparte de graduarme en una Universidad, me he esforzado bastante en entenderlo.

Otra vez los negros, los feos y los gordos aparecen como los malvados, vulgares delincuentes tomadores de ron, que van al gimnasio del pueblo a ejercitar sus músculos golpeadores, y cuyo jefe— que raro…— es un tipo blanco. Y los viejos, todos, son locos afectados por desgracias del pasado, que no se afeitan, aunque en el pueblo hay una barbería cuentapropista.

La música, sin embargo, sí es buena: el tema de presentación está muy sabroso para echar un pasillo de salsa en la cocina de la casa.

En el último capítulo, por ejemplo, una muchacha sufrió una convulsión (con espumita de pasta Perla por la boca y todo…) y al llegar al hospital la médica le examinó la mucosa del ojo… ¡y la remitió directo al salón de operaciones!…. y ya luego, para rematar la imbecilidad del argumento, salieron los médicos e informaron a los amigos que no sabían qué tenía la paciente, pero que estaba grave… ¡sufre Dr. House! Ese guión absurdo lo pagó la TV cubana, o sea, nosotros todos, porque la TV aquí se hace exclusivamente con dinero estatal.

Lo único bueno que le veo a todo este asunto, es que al final tenemos una TV plagada de programas humorísticos… excelentes para partirse uno de la risa a cualquier hora del día, y no me refiero a los populares guiones de Vivir del Cuento, o a los detestables 27 minutos de Sala O, sino a las propias telenovelas y series, a los Noticieros— sobre todo el de las 8:00 pm, y Telesur incluidísimo… pues ya pasó el efecto sicodélico de su envoltura atractiva— , a los discursos de la Mesa Redonda que refieren tecnologías que el pueblo no conoce, y a una programación infantil de terror que no se la pongo yo al hijo mío ni aunque me monte el berrinche más grande.

Hasta los buenos programas de la TV sufren la mediocridad reinante: los de Videos Clip, por ejemplo, algunos cinematográficos como La Séptima Puerta, o históricos como Elogio de la Memoria, deben tener afectados sus índices de audiencia por culpa del bagazo lo que les rodea.