Mandela

Mandela fue el raro caso de un hombre que le caía bien a todo el mundo. Ni siquiera quienes no compartieron sus principios pudieron negar la virtud en su carácter. Debe haber tenido muchos defectos, como cualquier humano, pero era un humano superior. Hizo una revolución sin venganzas que le tomó muchísimos años; luego le bastaron unos pocos en el poder: sabía que su aporte a la cultura universal era sólido y definitivo, y que el poder sobre el destino de los suyos no es más real mientras más se concentra o se perpetúa, sino mientras más se comparte.

Mandela se murió de viejo, como deben morir los hombres buenos, luchando exclusivamente contra el demonio de lo biológico. No quizo morirse en medio de una avalancha previa de titulares y lloriqueos. Lo hizo de pronto y sin alardes.

A mí me jode que se haya muerto. Mandela nos hacía falta otro siglo, por lo menos, descansando tranquilo y respirando con lucidez, enseñando al resto de los hombres qué es lo que deben hacer cuando ya están convencidos de que han hecho el bien indiscutible.