¿Surgirá la mafia “cubano-cubana”?

Un amigo seguidor de la evolución del trabajo por cuenta propia en Cuba me pregunta si no pienso yo que se dan aquí, poco a poco, las condiciones para el surgimiento de una mafia extorsionadora; una mafia nacional con todas las de la ley: jefe adinerado que genera problemas para luego resolverlos y quedar de Cristo comunitario, secuaces cobradores que miran atravesa´o y escupen, funcionarios corruptos que garantizan inmunidad, y socios mafiosos en otras ciudades y países.

Juro por mi madre que nunca había pensado en eso: uno vive tan aferrado al ideal de paraíso de la tranquilidad que suele obviar algunos detalles reveladores que pasan frente a nuestras narices. Sí escuchamos hablar, en cambio, y bastante, de la mafia cubanoamericana, o de mafiosos de Miami, pero no recuerdo situaciones relevantes en que saliera a relucir el peligro de algún mafioso de industria local.

Es cierto que tuvimos en Cuba una casta mafiosa que a fines de la década del 50 le hacían la pelota a reconocidos criminales internacionales en los hoteles de la capital, más bien era como un Círculo de Interés Amiguitos de la Mafia que pretendía aprender de los grandes, pero esos tipos pronto salieron de la escena nacional.

De allá hacia acá, lo más parecido que tuvimos a una mafia fueron los llamados macetas, que en los años 90 amenazaban la seguridad nacional por el mero hecho de tener dinero, no pasar la misma hambre que el resto de nosotros, y cumplir así el primer requisito para ser considerados potenciales generadores de delincuencia organizada. A pesar de la mala vista que el país les puso encima, porque sus riquezas venían de comercios ilegales (no necesariamente inmorales) los macetas siguieron teniendo dinero, pero a discreción.

Sin embargo hoy por hoy no hace falta ponerle mucha discreción al asunto de tener dinero. Es decir, algunos dirigentes han dicho explícitamente que los cambios económicos que acontecen hoy en Cuba de ninguna manera pueden provocar el surgimiento de ricos, pero eso ya no se lo cree ni el mismísimo Bobo de Abela, además demasiado tarde, dobló la esquina: es como si los españoles hubiesen pretendido frenar la producción de mulatas

Aunque la mayoría de la gente que va adquiriendo riquezas no invierta en los círculos viciosos del crimen, nada quita que un día el dinero en bolsillos equivocados dé a luz una mafiecita cubano-cubana que no vendrá si no a fastidiar la tranquilidad y el esfuerzo de quienes tenemos menos.

En la calle donde vivo, por ejemplo, hay una pila de pequeños negocios privados incluyendo el mío: peluquerías, heladerías, manicuries, cafeterías, pizzerías, dulcerías, repasadores escolares, fotógrafos, vendedores de mascotas, talleres electrónicos, de reparación de bicicletas, espejuelos y gafas, etc. Pues bien, varios mese atrás casi todos fuimos víctimas del más fiero vandalismo, presumiblemente obra de un borracho trasnochado al que se les acabaron de pronto los cigarros, y al no encontrar una tienda abierta decidió emplear su fosforera en la imbecilidad de joder a los demás, quemando cuanto toldo y cartel publicitario se encontraba en el camino.

Otra vez se la cogieron con escribir la palabra Puta en las puertas de las casas, y amaneció mi calle puteada de punta a cabo.

Y uno se pregunta: ¿Qué pasaría si a esos vándalos se les ocurriera pasar, quemar y descojonar el trabajo ajeno todas las noches? ¿Habría una policía eficaz que los contuviera? ¿O tendríamos nosotros que ponernos de acuerdo y pagar un vigilante privado que patrullara la calle? ¿Tendría ese vigilante cuentapropista potestad para arrestar a los vándalos, como mismo la tienen ahora, por ejemplo, las patrullas campesinas que intentan evitar el hurto y sacrificio de ganado mayor en los campos de Camagüey?

Y uno se responde: ¿?…

Si comparamos el asunto con la reciente ola de carteles antigubernamentales que se ha desatado en las calles de Camagüey, veremos que estamos en tanga, bastante desprotegidos. Digo yo que usted puede tener la ideología que le salga del moño y de todas formas es su obligación respetar las paredes del prójimo. A una vecina le dibujaron Abajo los Castro en su fachada, luego vino un quitador de carteles, tachó el letrero sin preocuparse por cuestiones estéticas, y le plantó encima un Viva Fidel. Tanto daño le hizo uno como el otro, porque a mi vecina solo le importa que su vivienda se vea bonita, y ambas actitudes violaron su derecho a tener una fachada libre de política asquerosa. Y los carteles contra el gobierno es lo de menos, pero tanto el que los pinta como el que los borra nos ofrecen un buen ejemplo de lo muy expuestos que estamos al capricho de determinados grupos y sus respectivos intereses.

Así, solo nos queda rezar por que a los delincuentes habituales de este país no se les ocurra juntarse bajo el ala protectora de un bandolero mayor con mucho dinero, porque entonces comenzaría a asomarse por aquí la cara más fea de una economía que avanza dejando atrás la educación, la participación ciudadana, la cultura jurídica, y otras determinaciones espirituales de la civilización contemporánea.