Dimensiones

Estaba yo en la Habana, con acceso a Internet, cuando creció como la espuma de la leche el debate o perreta digital en torno a una nota oficial que funcionó como orden de cierre inmediato para todos los cines 3D y las salas de juegos particulares, de modo que al menos por esta vez pude asistir en vivo a la función.

Al respecto diré que la decisión me parece una cosa loca, una escena de potrero como ¡mira esas 4 vacas sueltas por allá, atájalas!…, tan irracional que me cuesta encontrarle cabeza al asunto: yo apoyo el 3D, el HD y lo que sea que entretenga un poco a la gente, con un mínimo de responsabilidad social, lo cual puede ser regulado de un millón de maneras sin necesidad de negar la tecnología y lo moderno. Apoyo también los debates y casi cualquier perreta; esta en particular la apoyo resueltamente. Sin embargo confieso que me ha molestado la dimensión que en poquísimo tiempo adquirió el asunto. Y no es envidia mía, lo juro: aunque en la vida he visto nada que salga de una pantalla a no ser aquella mujer podrida en la película The Ring, defiendo la experiencia, el derecho, y la oportunidad de otros.

Me fastidia solo porque no recuerdo que se armara un lío semejante cuando hasta hace muy poco todos los herreros cubanos eran herreros ilegales. Hoy, felizmente, ya pueden verse en las calles volantes que anuncian esta actividad: Herrero Menganito: se hacen todo tipo de rejas y puertas y ventanas de aluminio ¿? ¡Y uno, de básico, creyendo que el herrero era el tipo normal zapatero de caballos!

Yo creo que en Cuba había más gente queriendo ser herreros que gente queriendo montar una salita 3D, y también que hay más gente preocupada por las puertas y las ventanas de sus casas (y hasta por los zapatos de sus yeguas y caballos) que gente preocupada ahora mismo por experimentar los novedosos placeres de la tecnología audiovisual.

¿Tendrá el gobierno que publicar en Granma una nota oficial recordando que los médicos veterinarios particulares nunca han sido autorizados a curar perros y gatos en los barrios por ahí para que la gente le preste atención al asunto? Parece que mientras siga siendo ilegal, pero sea a fin de cuentas, a pocos perturba ese tremendo desfasaje entre las urgencias de la vida real y el mundo de los papeles.

Hay, pienso yo, una primerísima primera dimensión que es visible sin gafas de ningún tipo. Hablo del viejito que vende cuchillas de afeitar en una calle de Camagüey, sin licencia ni delito, y de los miles de cubanos que hoy se ganan la vida haciendo cosas útiles, honradas y de primera necesidad sin que su actividad aparezca cuadriculada en ninguna resolución.

¿Y si mañana a alguien se le ocurriese salir al parque Agramonte y cobrar a peso el abrazo, suponiendo, vaya, que esa oferta tuviera mercado? ¿De qué tendría que sacar patente, de masajista? Pues como esa actividad no ha sido regulada, ni clasificada, ni definido está su alcance, sencillamente debemos inferir que algo tan inocente como dar abrazos públicos en un parque urbano de Cuba, y cobrar por ello, es ilegal y malo.

Ni siquiera el reciente anuncio de que comenzaba el proceso de unificación monetaria levantó tanto polvo como el 3D. Casi casi se hace referendo popular sobre eliminar o permitir cierta tecnología, y no sobre eliminar o continuar con la libreta de abastecimiento

Hasta en Internet, que es lo más parecido que tenemos a un ágora de voces y criterios plurales, la agenda nos juega las mismas trampas de siempre: se excluye a la misma gente, y ganan terreno los intereses de ese cuarto de población que, según cifras muy optimistas, tienen o han tenido presencia en la red.

Ojalá un día los debates digitales sean más democráticos y la gente de mi barrio, que aún disfruta del mundo audiovisual a través televisores culones 20 veces reparados, pueda escribir aquí los temas que de verdad le importan.