¿El desconocimiento de la ley te exime de responsabilidad ante ella?

Una frase popular afirma que si el titular de un periódico es una pregunta, la respuesta es invariablemente «no», sin embargo, y aunque esto no es un periódico, este caso bien puede ser la excepción que confirma la regla. Verá por qué:

Luego de la entrada en vigor de las más recientes normas para el ejercicio del trabajo por cuenta propia en Cuba, entre otras cuestiones quedó escrita en blanco y negro la prohibición para que los sastres o modistos revendieran ropas importadas, y otra similar para que los vendedores de artículos útiles del hogar comercializaran mercancías industriales adquiridas en la red de tiendas estatales del país.

Como si no bastara ya la redacción de un cuerpo legal que definiera en alcance qué cosa es el fotógrafo de toda la vida e incluso actividades menos complejas como la del arriero, alguien en Camagüey tuvo la brillante idea de citar a los sastres o modistos y a los vendedores de artículos útiles del hogar para leerles en sus propias caras el párrafo de la resolución que a cada quien le correspondía, tras lo cual debieron firmar un papel como constancia de que habían sido informados de las nuevas disposiciones. Y uno se pregunta entonces ¿estamos en el kindergarten o jugando Monopolio o qué?

Leer la ley a las personas y comprometerlas por escrito con su cumplimiento no resuelve nada, menos cuando la ley se opone a las dinámicas comerciales no-inmorales que la sociedad ha encontrado para aumentar su riqueza material.

Nada perverso hay en acercar hasta las comunidades los productos industriales de la tiendas del Estado, como mismo hacen los carretilleros con las viandas del agromercado; ni mecanismos satánicos operan detrás de la venta en Cuba de celulares chinos adquiridos en Panamá y si algo feo hubiera, perfectamente se puede pulir hasta hacerlo potable y parte de la vida económica del país, en tanto la facilita y desarrolla.

Estas prohibiciones no llegaron acompañadas de explicaciones convincentes; si algo lograrán, por tanto, será el mero retorno de ambos mercados a la ilegalidad de trastienda en que se encontraban antes de la apertura general del trabajo por cuenta propia.

Cuando se trata de exigir deberes, leer la ley a las personas no puede hacerse sino en tono coercitivo, y no puede ser sino reflejo de que hasta las propias autoridades dudan de la legitimidad natural de las mismas. Ya quisieran muchos cubanos que a alguien se le ocurriese una idea similar respecto a nuestros derechos constitucionales, por ejemplo.

Desconozco si la iniciativa es de procedencia local o nacional, pero de cualquier manera estrategias como esta me parecen muy alejadas del desarrollo cívico indispensable para la formación de un ciudadano integro, y al caso, de un nuevo actor económico responsable ante sus obligaciones legales.