El Chino y la cinta amarilla

El Chino es tremendo perro. Véalo usted mismo aquí arriba, descubierto por el lente diminuto de un teléfono BlackBerry. Alguien de la ciudad le ha puesto una cinta amarilla en el pescuezo, por lo que ahora se ve menos feo. Sin embargo el Chino continúa teniendo sarna en el trasero y el hambre ocupa acaso el 99 % de la actividad de su cerebro canino.

Al Chino le gusta su nuevo look, pero igual le hubiese gustado que aquel anónimo decorador de animales lo bañara sin asco en el patio de una casa, o le inyectara ibermectina contra la sarna, o le comprara un mantecadito para nivelar el estómago.

En Camagüey con 25 pesos MN (aproximadamente 1 USD) se pueden comprar calculo yo cerca de 50 dosis de ibermectina (Labiomec) en un punto de venta de la empresa LABIOFAM situado en el Centro Comercial La Caridad. Casi siempre 3 o 4 inyecciones del producto son suficientes para terminar la sarna de un perro callejero.

O se me ocurre que también la ciudad podría adquirir en el exterior collares antipulgas amarillos para adornar los pescuezos de todos los callejeros camagüeyanos, y así quizás estaría siendo recíproca con quienes contribuyen a la difusión de un mensaje nacional. Pero no: Camagüey elige cazarlos en plena calle como si fueran peste roedora.

La iniciativa popular le cuelga al Chino una cinta amarilla, y todo el mundo pasa y sonríe, pero nadie lo ayuda a resolver su problema de vida o muerte.