Worker demonstration

Yo una vez me abstuve en una reunión del sindicato

Eduardo del Llano. Intermezzo.

Los sindicatos de Cuba, que pertenecen todos a la CTC o CTK (según quien te lo cuente), no dan la guerra para la que en hipótesis están diseñados. Sus funciones concretas se limitan a la recogida de cotizaciones mensuales para celebrar el Día de la Mujer y el de las Madres, una cuota anual voluntaria para apoyar a las Milicias de Tropas Territoriales (MTT) que defenderían al país en caso de guerra, a convocar a la manifestación planificada del 1ero de Mayo, y a aplaudir lobotomizadamente todas las decisiones que toma el gobierno, incluso aquellas que afectan sin disimulo los intereses de sus afiliados*.

Para la inmensa mayoría de los trabajadores de este país el sindicato significa solo un estorbo a sus ilusiones de economía familiar, y la molestia de algunas reuniones para elegir al Vanguardia. Asimismo simboliza como ninguna otra institución el irrespeto por la demarcación entre facultades políticas, administrativas y jurídicas en el mundo empresarial. Basta ver el peloteo que se forma en cualquier centro de trabajo a la hora de seleccionar al ejecutivo de la sección sindical: lo que debería ser una asamblea de méritos y regocijos, se convierte en una comisión de peritajes médicos en la que cada cual menciona su enfermedad invalidante, o se escuda en compromisos políticos y jefaturas de peso mayor.

Pero si eres joven. ¡pobre de ti, infeliz!: te caerá encima el discursito del protagonismo juvenil y de refrescamiento de las estructuras, y terminarás siendo en sindicatero de la empresa… Si luego de asumir le pones empeño al cargo podrás escalar hasta la cima del éxito de todo ejecutivo sindical, que es la develación de un mural empapelado, útil para recordar lo inútil que resulta todo recuerdo forzoso (efemérides, guardias obreras, pago de cotización, trabajos voluntarios… etc).

Entre los trabajadores del naciente sector privado el sindicato tampoco es cosa popular, aunque de vez en cuando los medios de prensa, eunucos de lindas voces, digan que sí, que aumentan, que la gente se inscribe y que todo avanza. Los pocos cuentapropistas que militan en sindicatos se afilian porque consideran que ello les amplía un poco la legalidad de sus negocios.

Ahora se debate en Cuba un nuevo Código de Trabajo, pero se me ocurre, aún sin leer el Anteproyecto, que nada dirá sobre el derecho a huelga que naturalmente debe asistir a los trabajadores de cualquier sociedad aspirante a democrática e inclusiva. La tradición huelguística es prolífica en la Historia de esta nación: según me enseñaron en la escuela, desde bien temprano en la República con todo y la represión, hubo aquí huelgas notables como la de la Moneda en 1907 y la del Alcantarillado en 1911, y otras tantas en las industrias del azúcar y los puertos, que si bien no lograban mucho, siempre ponían en alto el decoro de las clases menos favorecidas. Otras sí lograron: la de agosto de 1933, que comenzó por el Transporte urbano en la capital, se extendió pronto a todo el país y terminó con la salida del poder del dictador presidente Gerardo Machado.

Isabel Días Torres, en un reporte de Havana Times titulado ¿Regresará el derecho a huelga a Cuba?, cita un artículo de Diario de Cuba según el cual si alguna vez los trabajadores cubanos decidieran recurrir a la huelga, nada podría impedirles su ejercicio porque (la legislación cubana) no incluye prohibición alguna (), ni las leyes penales establecen sanción alguna por el ejercicio de tales derechos. Estas líneas aparte de contener un exceso del pronombre indefinido algunas, contienen una revisión poco perspicaz de la legislación vigente.

En Cuba hubo huelgas hasta el momento en que ya todos los ciudadanos supuestamente alcanzaron el paraíso obrero soñado por Karl Marx y José Martí, con la Revolución de enero de 1959. Y para que así constara, el texto constitucional de 1976 lo declaró en blanco y negro en su preámbulo: allí se lee que a través de esa ley de leyes, en Cuba está ¡al fin logrado! el sueño martiano de el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre ¿?. Luego todo lo que no esté escrito en dicha Constitución, como el reconocimiento explícito al derecho de huelga, se aparta del sentido de la dignidad plena del hombre, y como esta es la máxima, adivinen qué interpreto yo como vetado Sé de varios millones de compatriotas que sentirían una mezcla de risa y encojonamiento al leer la frase al fin logrado en nuestro texto constitucional.

Si juzgamos el caso del Código de Trabajo en correspondencia con los últimos cambios que han acontecido en Cuba, supondremos que no habrá tal derecho a huelga, ni mucho menos transformaciones sustanciales en las relaciones laborales entre obreros y empleadores del sector privado, las cuales, obviamente, favorecen a estos últimos con más evidencia que en la Alemania de 1850. En materia de mentalidad puede cambiar el mundo, que mientras no tengamos marcos legales que validen esos cambios, la cuestión de la mentalidad será solo otro gran discurso, útil para seguir descubriendo el agua tibia, acaso reinventando el capitalismo pre-monopólico con todas sus miserias.

Uno de los cambios de mentalidad impulsados por la Conferencia del PCC hablaba de las organizaciones de masas y sus funciones, que fueron conducidas por el camino de la trasformación cacareada, de los discursos y las reuniones, en perfecto círculo hasta soltarlas en el mismísimo punto donde estaban antes. Por eso, los cambios de mentes y de papeles solo valdrán cuando cambie la situación concreta: y la gente no tiene tanta paciencia porque como no hay plazos ni respuestas optimistas para sus reclamos, solo ven como avanza el país del periódico Granma, mientras el que habitan no para de deteriorarse. Para la gente común en Cuba el país es, primero, su economía familiar, que mejoraría solo en el sentido de recibir ingresos salariales suficientes para cubrir el costo de la vida, y trazarse entonces proyectos personales que no impliquen las mil y una variantes de la emigración.

Cuando el 1ero de Mayo sea una fecha de protesta pacífica a favor de mejoras salariales, y de las condiciones laborales en general, estará fortalecido el movimiento sindical cubano, o los movimientos, que perfectamente pudieran ser varios. Quizás entonces valdrá la pena ser partícipe de alguno de ellos. Mientras sea, en cambio, lo que es ahora: un espectáculo para turistas en el que los obreros se muestran conformes y felices con lo que ya está al fin logrado, será solo buen motivo para salir a vender o comprar rositas de maíz y granizados contra el calor.

Ante la cámara de la TV todo asistente dirá que desfila para «ratificar una vez más nuestro compromiso con la Revolución y el Partido», pero eso, como norma, es mentira: la gente va al desfile por comportamiento autómata, costumbre incorporada, por temor a quedarse en casa y luego tener que justificarse en el trabajo alegando que estaban con diarreas o catarro porque ese día el transporte urbano es la octava maravilla.

En fin que se pone largo el cuento y para cuentos largos no está este blog… yo trabajo, pero a mí no me sindicaliza nadie en esta Cuba de ahora mismo. Así me ahorro el menudito de la cotización: una pizza de queso al año me gratifica más que el más orgánico de los sindicatos; me ahorro el tiempo perdido en reuniones: dormir en sillas suele ser funesto para la cervical; y, por último, paso olímpicamente de ir al gran desfile sin necesidad de fingir mi estado de salud: porque el 1ero de Mayo en Cuba, el Día Internacional de los Trabajadores, hace tremendo calor, y nunca llueve.

* Existe la teoría de que fue la CTC quien renunció una vez, en nombre de todos los trabajadores cubanos, al derecho constitucional de cada ciudadano al alojamiento en la red de hoteles del país. La CTC aplaudió asimismo la decisión del Estado de declarar disponibles (desempleados) a un gran número de trabajadores, y no tuvo reparos en que se aumentara la edad de jubilación, aunque sí se muestra muy bocona y categórica cuando medidas similares afectan a los obreros de Europa.

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