María* me alerta
– Muchachito, tú me caes bien¡-, me dice María mientras tomamos un jugo de mango en el merendero ubicado en una de las esquinas de la plaza donde está la Iglesia del Sagrado Corazón, en Camagüey. Tendrá cerca de 70 años, es mulata y siempre va muy bien vestida, incluso a la moda. algo hay en su vestimenta que la singulariza entre las señoras de su edad.
Como le caigo bien, me alerta y me cuenta que ese jovencito que está parado en la otra esquina ( que mire con discreción), es su nieto y es ladrón de bicicletas. Nunca lo ha cogido la policía y eso que ya se ha robado unas cuantas. Y me lo cuenta porque ve que mi bicicleta es muy bonita ¿? y para que le grabe la cara. En efecto, el tipo tenía tremenda pinta de ladrón de bicicletas, algo que hubiese notado cualquiera sin ayuda de María.
- ¿Y usted no se lleva con él?– le pregunto tratando de averiguar cómo alguien así tiene un nieto delincuente.
Me dice que ella tiene dos hijas: la chiquita, que es un ángel de Dios, y la mayor, que le salió descarada. El ladrón de bicicletas es hijo de la descarada.
Según María su hija mayor es una puta muy mala, que un día le robó sus ahorros y se fue a vivir a México donde ahora trabaja en eso de la pornografía, y cuando viene a Cuba no se acuerda de nadie. Y en esas condiciones ¿¡cómo iba a salirle el hijo!? ¡¡¡Malo igual que ella!!!
María acogió al nieto 8 meses bajo su propio techo, pero igual comenzó a hacer rayas: a cada rato llegaba drogado con sus amigotes,… pero drogado con drogas raras que ella no es boba y sabe que no era ron ni nada de eso, y siempre andaba en problemas y broncas por lo de las bicicletas. Hasta le robaba el dinero, como mismo hacía su madre. La gota que le colmó la copa fue una vez que llegó de madrugada así, como él se ponía, rompiendo cosas y escandalizando, y le entró a golpes a ella y a su hija la chiquita Entonces lo botó de la casa y más nunca, por suerte, las ha molestado. Ella no podía denunciarlo en la policía porque uno de los amigotes del nieto era familia de un jefe grande y ella estaba segura de que no les iban a hacer nada.
Que la perdone el Dios suyo por hablar así de la familia, pero la verdad es la verdad, y yo le caigo bien.
–Grábale bien la cara, muchachito, que ese es ladrón de bicicletas–
Esta ciudad en que vivo nunca me ha parecido un lugar de alta delincuencia ¡¡aunque sí me robaron una vez la bicicleta, con trastazos y todo!! , ni tampoco me parece un origen significativo de estrellas porno, ni mucho menos un antro de drogadicción y violencia intrafamiliar extrema, pero eventualmente siempre aparecen historias como esta, que te remueven el suelo en menos de 5 minutos y te hacen ver que la podredumbre espiritual es, por mucho, menos soportable que la miseria física, y que cuando ambas calamidades se juntan forman algo bastante parecido al infierno de la tierra.
*La María de este cuento en la vida real no se llama María.
ralexdelpino 7:41 pm el 25/06/2013 Enlace permanente |
Seguro donde tomaste cafe fue en le merendero que hace esquina donde termina Marti en San Fernando.
Askatu 9:36 am el 26/06/2013 Enlace permanente |
Es probable que la anciana exagere algo (lo de la hija «estrella porno» parece algo inventado, aunque nunca se sabe) pero sí, las historias de ese tipo suelen hacer tambalearse todas tus ideas sobre lo que puede ser la vida. Siempre que no seas actor en ellas, claro está …
dkasta 5:41 pm el 05/07/2013 Enlace permanente |
Ño, alejo, tremendo post. Muy conmovedor. Sabes a diferencia de CMW Santiago si es escenario de historias como esa más a menudo de lo que me gustaría admitir.