Úlceras: la mía y la nuestra

Es posible que tenga yo una úlcera estomacal, pero para confirmarlo tendría que tragarme un tubo plástico con una camarita en la punta Quitando el hecho de que yo soy muy amigo de andar por ahí tragando tubos de ningún tipo, podría solo por esta vez hacer la excepción, si el tubo fuera más fino, pero al parecer la alta tecnología no ha llegado hasta esa parte, y el tubo del que disponemos tiene el diámetro de una pitón africana y mete más miedo que el bicho en cuestión. Es decir, yo me trago un cuesco de anoncillo y creo que me ahogo ahora dígame usted un tubo plástico que hará cuando menos 100 cuescos de anoncillo juntos¡¡¡ Que no: y solo me queda entonces la opción de tratar de que fastidie menos la úlcera haciendo comiditas de enfermo y lidiando con todo aquello que la despierta.

Son malos para las úlceras los alimentos picantes, las ensaladas con vinagre, los picadillos de soya, la mortadella, la masa de hamburguesa y todo lo demás que cuesta relativamente barato, de modo que estoy relativamente embarcado. Pero el tema de la alimentación puede resolverse: comer sin grasas no constituye problema alguno para la mayoría de la gente en Cuba, y siempre nos queda el huevo, que yo lo declararía proteína nacional, y le dedicaría una canción igualita a esa que le dedicó el dúo Buena Fe al puerco por ser mamífero nacional.

Lo más malo quizás para un padecimiento gástrico son el estrés y los encojonamientos, y mi amigo médico me dice que me relaje, asere, que no me coja tanta lucha. Le digo entonces que es difícil, que desde que uno sale a la calle el estrés te va entrando en pequeñas dosis, hasta que se te explota la cabeza: las mierdas de perros y de caballos, un gato muerto aplastado en la carretera, una mujer que escupe por la ventanilla, otro se limpia la boca embarrada de helado con la manga del pulover, el sol que calienta y jode, las colas, el viejo que vende revistas Zunzún y le falta media nariz, un bicitaxi con música chea a todo volumen, las moscas de guarapera, la propia guarapera en fin, que para seguir sobre la pista de la llaga, esta ciudad cada vez más se me vuelve una ciudad con úlceras, acaso una escena medieval asiática en la que solo podría convivir libre de estrés y encojonamientos uno que ya esté maníaco completo y que haya perdido todo contacto con el mundo real.

Sin estrés vive el loco de la calle Maceo, uno que camina todos los días por allí, aparentemente nadando en la más natural de las corduras: se viste de cuerdo, trabaja como un cuerdo y te habla como cuerdo; pero luego entonces te dice que va a mandar a la Asamblea (la del Poder Popular Nacional) el Proyecto de Ley para que le paguen más a las embarazadas porque según él ya le aprobaron el de los viajes, y también el de quitar la libreta de abastecimiento todo lo cual afirma con una formalidad del carajo como si creyera en serio ser del autor de los decretos. El de las embarazadas, dice, es para que le paguen 450 pesos MN desde los 7 meses de gestación hasta que el niño cumpla 2 años. Y ahí es cuando uno se pregunta qué tan loco estará el loco de la calle Maceo.

El hombre dice también que el problema real de la economía en Cuba no es que los salarios sean bajos, sino que los precios están muy altos, y que subirle el salario a la gente estaría mal, y habla de la inflación, de la deuda de Cuba con los chinos y de otros asuntos financieros de los que solo podrían hablar Marino Murillo y algún que otro viejito calvo de la ANEC (Asociación Nacional de Economistas de Cuba). Si el tema fuera la economía internacional, entonces podría hablar también Maricela Recasens

Sin estrés puede ir por este mundo, qué se yo, uno que vaya en carro con aire acondicionado para su oficina de lujo y se sienta libre, impune y dueño legítimo de todo lo que tiene y no es suyo, como mismo se sienten esos dictadores de América Latina que como Duvalier y Fujimori regresaron a sus países a entrar de nuevo en la vida política y, si caen presos, les da igual, solo podrán escoger para el almuerzo entre tres platos distintos de langostas, de entre los cinco que antes escogían.

Sin estrés vive también el que eligió volverse de piedras, insensible al estímulo espiritual que constantemente te pincha sin que lo puedas evitar mientras seas de carne y huesos. A mí me pincha, ¡y eso que me queda muy poca carne sobre los huesos!

Aún así creo preferible vivir con una úlcera latente en el estómago, y sufrirla cual reflejo de las múltiples úlceras que se abren en cualquier esquina de esta isla, que vivir en el mundo irreal de lo que no es, de lo que no fue y mucho menos será, aunque ello resguarde la salud del cuerpo. Si usted lo prefiere así se lo respeto, pero yo ya he decidido que no voy ver castillos, ni folklores, ni el color de la poesía en los edificios destruidos de la Habana Vieja, o en el hombre que transporta turistas y cubanos adinerados con el esfuerzo sobrehumano de su par de piernas flacas, o en el otro que inventó una cuchufleta para tener luz eléctrica en el corazón de la Sierra Maestra.