Vacaciones, familia y CUC


-Mamá, mamá,… hay un cadáver en la arena.

-No niño no,… eso es un Vanguardia de vacaciones.

Cuento popular

 Por cuestiones de álgebra simple, la mayoría de las familias camagüeyanas no pueden acceder a las opciones de turismo nacional que aparecen hoy publicitadas en las esquinas más visibles del corazón de esta ciudad.

Lo sé porque me detuve apenas 5 minutos frente a los carteles de la foto, y una sola persona celebró la oferta: el resto, un montón— y haciendo galas de la mala leche con que se desayuna y se sale a la calle—, ponían rostro de gente brava y comentaban que ah, un descaro, que una falta de respeto, que dale niña sigue caminando que esto no es pa’ nosotros….

Para los comerciales de Cubatur (la agencia que le vende clientes a los hoteles) todo está muy barato y bueno, a juzgar por la emoción que le imprimen a sus carísimas ofertas. Llevarte y traerte en una guagua con aire acondicionado, tratarte como si fueras extranjero por tres días con sus noches y cobrarte poco más de 100 CUC (casi 6 meses del salario promedio territorial) es, para ellos, “la mejor opción de vacaciones en Cuba”.

Para el socio del puestecito de celulares que celebra la oferta, y que revende aquí los teléfonos chinos que le revende a él uno que los compra en Haití, Panamá, o Ecuador, 100 CUC pueden pagarse sin dolor alguno: él ingresa entre 200 y 400 CUC al mes y además, tan fresco como una lechuga, dice que brother, yo no vendo nada si no le puedo sacar por lo menos el doble de lo que me costó.Además de comprarle a los que importan mercancías, las mejores compras se las hacen a “los ahogados”. Los ahogados son los que trabajan con el Estado, o no trabajan—, que a los efectos del dinero en el bolsillo es bastante parecido—, y cuando el mes pasa del día 15 deben vender lo que sea que menos necesiten para poder ir al agromercado el fin de semana siguiente.

Para los ahogados— que sufren en masa una especie de depresión laboral—, los precios de Cubatur son quiméricos y ofensivos: ellos no saben todavía (ni yo tampoco…) lo que es una manilla de hotel. Recibiendo la ridícula cantidad de menos de 20 CUC al mes no pueden siquiera sufragar decorosamente los gastos de alimentación y vestido.

A tal punto ha llegado el dilema vacacionístico por aquí que conozco a quien, en una racha de encojonamiento, llegó a plantearse en serio la opción de pedir un crédito bancario “de los que les dan a los cuentapropias”, 10 000 pesos MN más o menos, para ir de vacaciones a un hotel con su marido y sus dos hijos, porque “si otros pueden por qué yo no voy a poder llevar a los míos a un hotel”.

Pongamos que una familia con un ingreso mensual de 50 CUC quiere conocer Guardalavaca, en Holguín. Una familia normal se compone por mamá, papá y nené…; ¡y así para llevar la cuenta por lo bajito y no montar también en la guagua a los abuelos, al hijo de la secretaria y a la retreta de gente que en la vida real componen una familia cubana!…Pues esa familia debería ahorrar el 20 % de su ingreso mensual durante 5 años para disfrutar de un solo fin de semana en el hotel Playa Pesquero, por ejemplo.

Hasta hace poco los hoteles de Cuba brillaban exclusivamente para ciudadanos de otros países y para algunos jefes, cuadros y vanguardias. Daba lo mismo que el extranjero fuese talibán o señorita de París, bastaba un pasaporte de otra parte y se te abrían las puertas y hasta las piernas de cualquier hotel; y daba lo mismo que el jefe o cuadro llevara las cuentas de su empresa más oscuras que el túnel de La Habana, o que su empresa fuera de cítricos y no hubiese una sola naranja en las placitas de la ciudad.

Entonces un día Granma trajo la noticia de que al fin los cubanos normales podríamos ir a vacacionar a los hoteles. Solo que nadie dijo que la mayoría de la gente nunca iba a poder gratificarse con el nuevo chance, por los altos precios que tendría comparado con sus economías.

Y podrían elucubrarse muchas razones: hasta puede que alguien piense que si todos los cubanos fuésemos a los hoteles…. “los hoteles se pueden caer” de tanto peso… lo cual no es tan loco, toda vez que ya se dijo en público que si los cubanos todos pudiéramos viajar libremente en avión, las rutas colapsarían y habría debacle en los cielos y aviones cayendo sobre el Atlántico…

Para que los cubanos vayamos a los hoteles que se alzan sobre nuestro suelo, tienen que estar sus servicios al alcance financiero de la gente que trabaja, lo cual lleva primero una lógica restructuración de salarios y precios, cosa que ahora mismo parece demasiado complicada a los ojos de quienes pueden decidirla, ejecutarla y asumirla. Si en realidad se pretende frenar un poco la inequidad, el descontento masivo y las “depresiones laborales” en el sector estatal, hay que hacer algo urgente en ese sentido.

Mientras en Cuba los precios y los salarios vayan como van, en contraste del blanco al negro, el vacacionista nacional— o como los llamara un colega “el turista intranjero”— seguirá resbalando en las piedras con mazamorras del Campismo Popular, conociendo las plazas de las provincias vecinas gracias a la hospitalidad de amigos y conocidos, o luchando un eventico cualquiera en la Capital para darse una vuelta por el Malecón. Y hasta para eso tendría que reajustar su billetera.