La colección
Cuando se reúne una familia cubana, en cumpleaños, bodas o tomadera sin motivo definido, aflora siempre el recuerdo del picadillo de cáscara de plátanos y el baño con un trapo untado en alcohol del Período Especial. De aquella época es también la colección. Y cualquiera puede pensar que coleccionar es un comportamiento natural del homo ludens, pero la colección cubana es única, épica, lírica, y sin duda alguna, parte de ese patrimonio cultural escasamente documentado de los momentos más jodidos de la historia de esta nación.
Aquí la gente siempre tuvo hábito guardador de tarecos, de modo que ese Trastorno Obsesivo Compulsivo de preservar sellos de cartas, monedas antiguas y/o de remotas regiones, chapas de autos extranjeros, chapitas de cervezas, fósforos y cualquier bobería en general, avalado como no patológico por los sicólogos, no llegó con las carencias de la década del 90. Hasta hace poco en muchas casas por ahí podían verse colecciones de botella de Coca Cola y de cuanta marca nueva comenzara a entrar al país.
Sin embargo la moda de la colección en el sentido que hoy le damos la mayoría de quienes vivimos aquella furia, sí fue algo novedoso en Cuba, a juzgar por el hecho de que hasta los viejos coleccionaron. La colección cubana no fue entonces solo cosa de niños y adolescentes sin TV; las personas adultas también tenían sus propias etiquetas de pitusas Zingaro, estuches de nylon de chocolates Sapito, o de jabones Sue, o de Zap (que se pegaban a la piel como tatuajes luego de una untada de alcohol de la tienda).
Lo lindo del caso no es que se guardaran todas estas porquerías de latón de basura de hotel, lo cual es ya de por sí bastante lindo; más curioso es recordar ahora como se olían los estuches y etiquetas, como si se oliera el perfume de Jean Baptiste Grenouville, el personaje diabólico de Patrick Susking;como si el aroma sicodélico de lo hecho fuera de la URRS nos descubriera un nuevo mundo de sensaciones ignotas y deseables.
Las prendas coleccionables, pronto adquirieron valor comercial, y la gente las vendía, las cambiaba y no pocos niños del Período Especial recibieron su primer trompón durante a una vendetta por un Triunfo (estuche dorado de galletas dulces). Se ponían en álbumes, y se contaban y clasificaban, quien tuviera más y más bonitas iba delante en la inocente competencia. Los domingos por las mañanas, cuando se acababa el show de Pocholo y su pandilla, salíamos a la calle con los álbumes de estuches y etiquetas a mercantilizar lo inaudito, a darle valor a la miseria y a hacer vida social con ella. Quien no tenía álbum ponía sus valores entre las páginas de un libro de Fidel y la Religión, o en un Atlas General.
Yo, además, coleccioné cristalitos de colores, y piedras que brillaban al sol. Y en mi adolescencia conocí un retrasado mental famoso que coleccionaba botones y andaba descalzo por la tierra colorada: no recuerdo su nombre, pero sí que habitaba en una comunidad del municipio Sierra de Cubitas llamada Navarro, y que presumía de poderse comer de un solo viaje dos coles (repollos) hervidos, y beberse un jarro de cinco libras lleno de agua de azúcar había un hambre del carajo en aquel lugar, como en casi todos.
Ya más recientemente, adquirí un adoquín camagüeyano que fue arrancado del lugar de donde estuvo por más de cien años por los «embellecedores» autorizados de la ciudad, de modo que la colección la llevo en las venas, no la puedo evitar, como tampoco se deja evitar el recuerdo de aquellos tiempos de miseria tremenda siempre que uno ve por ahí alguna escena que los repite. El hecho de que entonces fuéramos niños nos ayuda a recordarlo con memoria sensorial, no con la otra, que siempre se presta a modificarlo todo.
Y ahora puede usted sonreír y pensar: ¡qué cosa con las cosas del Período Especial!. Pues bien, yo estoy seguro que dentro de algunos lustros alguien, quizás usted mismo, sonreirá y pensará: qué cosa con la miseria aquella del Internet:¿te acuerdas, mengano, cuando pagábamos dos dólares para chatear una hora?
A mí me parece que por cuestiones sicosociales equiparables, en cierto sentido, a las teorías locas de Einstein, uno cree que en algún punto se acabó la colección en Cuba, que se acabó el Período Especial, el duro, el de verdad Sin embargo la colección cubana está lejos de ser cosa del pretérito, simplemente ha mutado, como mismo mutan esos parásitos indeseables que habitan en lo más profundo del intestino de un animal carnívoro que camina sin encontrar presa en medio de la sequía. Todavía para mucha gente una latica de cerveza Bucanero, por lejana y desconocida, es algo muy bonito y merecedor de ocupar el espacio preferencial de encima del TV Panda de la sala de su casa.
ralexdelpino 12:49 am el 24/05/2013 Enlace permanente |
Asere tas tirando con to los hierros, hasta El Coffe ya te reblogueo, jaja. Sigue asi mi hermano, es un gusto leerte y conocerte, me cuadro un mundo la respuesta q diste en el otro post, estoy contigo 100%. Un abrazo
yamadharma1 7:27 am el 24/05/2013 Enlace permanente |
🙂 No había pensado en esa costumbre de coleccionar como en algo producto del afán de sentir cierta «conexión con el mundo real»
Buen post
izmatopia 2:09 pm el 26/05/2013 Enlace permanente |
Me quitaste un post que pensaba hacer, jajajaja. Mucha gente no sabe de lo que hblo cuando digo que tenía un libro lleno de papelitos de caramelos o.O
Joaquin 9:41 am el 27/05/2013 Enlace permanente |
Esto ya lo leí en penultimosdias.
http://www.penultimosdias.com/2008/05/23/oler-el-peligro/
http://www.penultimosdias.com/2012/07/18/low-noise/
Que coincidencia…
Fidel Alejandro 1:09 pm el 28/05/2013 Enlace permanente |
Alejandro fui testigo de aquel acto «caritativo», en plena calle Ignacio Agramonte, del trabajador que te dio el adoquín. Fue el año pasado a finales; y la gente te miraba como un loco.
Pero todos coleccioneamos. Me gustó mucho el post.
Un flaco ahí | Reflexiones de Raúl 6:28 am el 10/06/2013 Enlace permanente |
[…] no son muela política ni gusanería entusiasmada, sino textos que dan cátedra de como criticar y retratar a la sociedad cubana –y camagüeyana en algunos casos- mediante un magistral y muy original […]
ana 12:23 pm el 18/06/2013 Enlace permanente |
yo coleccionaba las embolturas de los chocolates, bombones, caramelos y paleticas de helado que me comia una vez cada no sé cuanto tiempo!! tenia un libro lleno de esas embolturas y con mis amigas del barrio hasta las intercambiaba!!…
S. María 1:57 am el 20/06/2013 Enlace permanente |
Mi hija también colecciono envolturas, debe ser de la época de Alejo, yo soy más vieja e indiscutiblemente me crié en blanco y negro pues desaparecieron hasta los lápices de olores, ahora soy yo una vieja que se fascina con los papeles de colores, con una presilla y otros artículos de oficina modernos, no lo puedo evitar, casi no puedo usarlos para que no se gasten y vivo en demasiada abundancia, nada, que me tararon y parece que es irreversible. Sigo fascinada con este blog. Me parece genial y muy valiente el autor. Gracias.
Alejo3399: La colección | Cuba Material 12:03 pm el 21/06/2013 Enlace permanente |
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Javier 2:18 am el 01/08/2013 Enlace permanente |
Mientras más leo, mejor se pone el blog…
Gracias Alejo
coleccionar la revolución - Cuba Material 2:35 am el 31/03/2018 Enlace permanente |
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