Sociología al minuto: polémica intergeneracional
Al vecino de arriba le revienta que yo,
deje crecer mi barba y cante mi canción.
Mi vecino de arriba es más hombre que yo,
dice que soy un golfo y que soy maricón…
Joaquín Sabina
Emplazar directamente, o como dicen los viejos mentar santos, puede ser peligroso porque si se trata del pasado implica un alto riesgo de imprecisión, tanto como impreciso es el recuerdo humano, y más el recuerdo grupal de quienes debieron y deben aún defenderse de la intolerancia, del vandalismo intelectual y del irrespeto al pensamiento crítico, que es, en fin, el único pensamiento genuino posible. En estos casos, dicen los sicólogos, se comparten tanto y de tal manera los malos ratos y los cuentos de terror que esa complicidad llega a provocar una especie de cruzamiento de cables entre las experiencias personales de cada cual.
Pues como parte de la más reciente temporada de cubaneo cibernético y chanchullo intelectual, acaecido precisamente porque a un escritor se le ocurrió mentar un santo, sorprenden los recuerdos encontrados que sobre una misma época sostienen dos personajes que entonces actuaron en el escenario de la expresión pública de ideas: el propio escritor, premio nacional de literatura, y
un antiguo dirigente de la política cultural.
Al verse aludido, el antiguo dirigente declaró que hurgar en el pasado de la Revolución es malo ( sin especificar el para quién), que cuando se critica a un jefe se arremete a la vez contra la institución que representa, y que I did not had sex with this lady, refiriéndose al otro. Negó asimismo todo vínculo institucional con los regañones de periodistas, que el Partido se involucrara en la política editorial de publicaciones de la UJC, e insinuó que un joven bloguero entrevistador pretendía hacerle el juego al enemigo jurado de ahí enfrente con esa preguntadera incómoda y tanto abrir de gavetas con cucarachas.
Para mí, que no soy diestro en análisis de polémicas públicas por razones obvias, esta en particular tipifica bien la relación entre dos generaciones, entre el sí y el no, sin medias tintas y sin talveces: el blanco contra el negro y la conga contra el silencio, aunque a simple vista, en la vida real, no afloran diferencias tan notables entre ambos grupos.
En Cuba conviven varias generaciones tal cual convive una familia cubana, numerosa y de bajos ingresos, en un apartamento de edificio, . Las hay de todos los tipos: fanáticas a meterse en la vida de las demás generaciones, muy rebeldes que se tatúan por gusto y descreen del valor del estudio y el trabajo honesto, y otra que es una generación misteriosa: la generación intermedia, esa que quiso hacer y no pudo, y ahora poco a poco va pudiendo, pero carece de ciertas habilidades que les harían poder mejor, porque ya perdieron el ímpetu natural que viene gratis con la juventud. Esta última generación (cuyos integrantes, como norma, llevan orgullosos el bigote original) es, para mí, la más interesante de todas: lo mismo se muestran como feroces guardianes de la causa de sus padres y luego salen en algún canal de Miami quedando mal a la vez con Dios y con el Diablo, que defienden de corazón el ideal de la generación precedente, que a veces el de la generación siguiente. No parece que tengan ellos nada propio, o de lo cual se aferraran en el momento justo. Y si lo hubo no trascendió; y si trascendió no trascendió lo suficiente.
De ellos, de la generación intermedia, se habla muy poco en el sentido grupal. Se escucha que bailaron con Van Van, que hacían fiestas con Nocturno en la radio y que adoraron en secreto a los Beatles, pero fuera de la gozadera con el refresco soviético, y entre otras escaseces, escasearon también las determinaciones y las expresiones del individuo. Aunque tampoco es probable que pudieran haber hecho otra cosa. Sin embargo, ahora que asoman las expresiones individuales en polémicas como esta, nota uno que la generación del bigote es menos monocromática de lo que parece, y que ellos son, por así decirlo, los menos iguales entre ellos que ninguna otra generación de cubanos.
De los jóvenes de ahora sí se habla bastante: son material de alto interés mediático, y todo el mundo pone aquí sus expectativas de futuro, acaso corriendo el riesgo de equivocarse de protagonistas.
Otra de las cosas que confirma la breve confrontación pública entre el escritor y el dirigente, es que sigue predominando la idea de que si nos mean, la prensa debe decir que llueve para no hacerle el juego al enemigo; y que toda vez que alguien merezca la crítica, debe ser el vendedor ilegal de la jaba de guano y no el director de la empresa de donde salen los camiones que luego surtirán las jabas de guano para no afectar la moral colectiva y dañar la imagen de la institución. «Con ese cuento hace 20 años que no se lavan las orejas….», dirían en el muñequito de Canela, el conejito muy sucio…
Soportar y promover polémicas sobre el pasado pero sobre todo sobre el futuro, como lo ha hecho el blog La Joven Cuba, es, a mi juicio, un buen ejercicio del periodismo, aunque la gente en Cuba no tenga acceso a ellas, porque no ocurren en los medios, sino en el ignoto Internet, y aunque, como el debate de marras, casi siempre sean absolutamente dicotómicas y solo dejen espacio a pensar que hay como no es cierto una verdad y una mentira, o una generación que razona y ataca y otra que justifica y se defiende.
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