“Nos mata la pasión”, o el insoportable mito de la objetividad en la prensa

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Murphy descubrió que suficiente investigación respaldaría cualquier teoría. Asimismo descubrió que la tostada con mantequilla, siempre que cae, cae por la cara untada de mantequilla… y que si lo que cae es en cambio un bolígrafo, pues siempre rodará hasta el rincón más sucio y telarañoso de la habitación en que caiga.

Como colofón a su aporte epistemológico, Murphy declaraba que si un tema de investigación no valía la pena, tampoco valía la pena investigarlo bien, de lo cual puede asumirse que si un razonamiento no contiene la más mínima certeza, pues tampoco vale la pena oponérsele. 

¿Valdrá entonces la pena hacerle caso en pleno 2013 a las apologías del “periodismo objetivo” (…visto, para mayor asombro, como el periodismo que se hace en los medios tradicionales de la prensa cubana actual)? Claro que vale,… aunque solo tanto como valdría demostrar hoy que la Tierra es redonda como una naranja, si regresara por un segundo el ingenuo mito del planeta plano, la tortuga y los cuatro elefantes.

Pasó que con el reciente posteo masivo sobre motivaciones para bloguear en Cuba regresó el mito de la objetividad de prensa. Y en consecuencia se arremete contra la naturaleza del blogging: … porque nos mata la pasión, nos carcome el cáncer 2.0 de la “falta de objetividad periodística”, una especie de euforia irresponsable de poder y querer participar, sin saber exactamente cómo…

Sin embargo, no hay que ser un bravo guerrero de academia para retar al más inteligentoso estudiador de extrañas teorías a que demuestre con un solo ejemplito convincente la existencia de la tan cacareada objetividad: la ausencia de pasión en el relato periodístico es quizás el más viejo mito del oficio. Eso lo aprendí en la Universidad de boca y letra de reconocidos maestros de periodismo cubano, que me enseñaron a mirar primero detrás de la línea y luego a la línea en sí.

La realidad tiene, sin dudas, una dimensión objetiva, pero hasta Aristóteles supo que un mismo suceso noticiable puede narrarse en verbos contrapuestos y resultar en historias tan disímiles como verdaderas.

Si me preguntan a mí, lo que más anima en Cuba para bloguear es precisamente que no hay que esconder la pasión, porque cuando se hace con honestidad —aunque se meta la pata hasta el fondo— emerge siempre el sabor del periodismo ideal. Pero si el blog se hace desde la infraestructura mental de la pretensiosa objetividad de los medios, se desatan inevitablemente los mismos mecanismos de regulación, censura, autocensura y autorregulación que operan allá, y entonces no se hace nada digno de llevar un nuevo nombre. Por otra parte, toda vez que se planta un texto en Internet, resultará inútil el intento de meterle el dedo en la boca a un público tan acostumbrado a escoger qué traga y qué escupe, de tratar de convencerlo de que “esto es así porque yo soy el objetivo, el serio, el autorizado, el más verdadero y mejor investigoso que nadie…”

Los reclamos de objetividad –se me ocurre— no pretenden sino que nuestros blogs sean tan “objetivos” como lo fueron aquellos primeros que surgieron apadrinados por instituciones políticas, culturales o educacionales, que inaugurando el concepto de “volcado periodístico” traspasaron sin compasión el mismo modus recalcitrantis ultra- plus- mega- recontra- aburridísmo de un medio tradicional a la red.

Para el blog un tema interesante sería, por ejemplo, las redes domésticas que se extienden por toda la ciudad de Camagüey, por WIFI y Acces Point (AP), para jugar World of War Craft, y cómo los adolescentes con dinero del barrio Garrido no permiten a los adolescentes con dinero del reparto La Vigía conectarse con los de Monte Carlos…. Para la prensa “objetiva” lo interesante sería mostrar, con objetivo y rectangular fotorreportaje, cómo en esta ciudad no hay adolescentes ricos ni adolescentes pobres, y cómo todos los adolescentes son proletariamente igualitos y mentalmente sanos, y juegan y cantan felices al aire libre en actividades deportivas organizadas por el INDER municipal,… alejados del alcohol, de la putería precoz y del absoluto idiotismo.

El adjetivo “tradicional” ilustra bien en este caso, pero sépase que se veja el sentido de lo tradicional cuando se le impone de vestido a una prensa que se desgasta en hablar de la contaminación acústica y de las efemérides del mes, cuando hay mucha selva virgen en el precio de la comida, los salarios, la marginalidad, y otras espinas que hincan más en la conciencia de algunos, la boca de pocos y la espalda de todos.

No obstante, los defensores del periodismo decimonónico llevan una gran razón: hay que estudiar y leer, y vale agregar que siempre con sentido crítico de lo que se estudia. De alguna manera habrá que hacer que el gremio de la prensa acabe de comprender las dinámicas de las nuevas tecnologías, porque llegarán a Cuba, inevitablemente. Aun cuando en el blogging siga considerándose acá la más nueva de las nuevas tendencias, los investigadores de nuevas tendencias ya caracterizan, por ejemplo, el fenómeno del “MoJo” (Movil Journalism, periodismo a través del teléfono móvil). Claro que habrá que seguir encontrando las claves de la comunicación pública en los blogs, pero nunca con la mente atada a los métodos con que se hallaron, por ejemplo, las rutinas de producción de una emisora radial. Un blog verdadero es un nacimiento de periodismo ciudadano, y un movimiento coherente en ese sentido es una tendencia espontánea de algunos sectores de la sociedad civil.

Igual es seguro que no por mucho más sobrevivirá la defensa del deformado mojón de la objetividad periodística como el periodismo verdadero, (cuyo origen se remonta a los tiempos seniles de la fiebre del oro en Norteamérica….). La producción de comunicación dejó hace rato de ser patrimonio del poder político o económico, y muchos blogueros son ahora mismo más escuchados que los medios como portadores de noticias y de análisis objetivos.

El criterio más cercano a la verdad es aquel que se recibe mejor por la audiencia. El oficio de la prensa no se vuelve profesión tras cinco años de carrera universitaria, no se prestigia tampoco con el permiso de ejercer el periodismo en un medio tradicional, ni gana credibilidad con la historia o el nombre del periódico y el autor: la prensa es profesión – así de simple— en la medida del impacto que tenga el producto generado en la vida pública de la comunidad a que fue dirigido.

Para que se acabe al fin el cuento viejo de la objetividad, la representación que se tiene de la crítica debe cambiar; tiene que ser despojada de ese sino censurador que la entiende como desaprobación, porque la crítica no es desaprobación, es análisis en sus diversísimas maneras de aparecer, es debate propuesto, sugerencia y punto de vista. Entonces, todo lo que no contiene un discurso crítico carece de la sustancia vital que atrae la atención de la gente. Ninguna censura absoluta puede ser crítica, como no lo es el aplauso de foca amaestrada, incluso como tampoco lo es el punto medio forzado, la infantilona manipulación de “un cubo de cal y otro de arena”. La crítica tiene que mostrar al crítico, que humano como es siempre tiende a resaltar más una arista del cuadrado; no se puede ubicar lo cambiante en un eje matemático, de modo que una opinión verdadera, una sentida, rara vez estará en el centro de nada, rara vez será imparcial, y nunca será objetiva, porque la opinión es subjetiva. Y si carece de pasión, en el mejor de los casos será aburrida hasta el bostezo.

Al menos yo no tengo dudas: el ideal de futuro del periodismo le pertenece a la pasión, porque no hay verdad sin pasión, y solo lo incierto, lo descreído y falaz precisa de filtros previos.