Plan Intercambio de Tarecos

El «Plan Tareco» en sí es una cosa buena. No es «la cosa óptima», pero sí una cosa buena.

Surgió hace ya muchos años como una medida de contingencia ante la falta de mecanismos eficientes y sistemáticos de recogida de desechos sólidos; y consiste en que los vecinos de una comunidad (o de una ciudad completa: como sucede en este minuto en Camagüey) sacan para la calle la basura que les sobra en sus casas, basura que luego será recogida por los carros de la Empresa de Comunales, popularmente conocidos como «leones», debido al olor a zoológico sucio que arrastran a su paso.

Camagüey es ahora mismo un gran Plan Tareco; esto evitará que el año próximo se repita la lamentable situación epidemiológica que hace unos meses puso a miles camagüeyanos en 3 y 2 frente al jodedor virus del Dengue (…me incluyo en la lista, dos veces,…»y yo», dirá usted si es camagüeyano y vive aquí).

En las calles todo el mundo celebra el Plan Tareco generalizado, la gente ayuda a los leones a cargar sus basuras y luego barre su pedacito de acera voluntariamente: nadie quiere que el Dengue se repita. Asimismo se fumiga ahora con ganas y he visto un camión de bomberos limpiando a chorros de agua a presión un pedazo de la carretera central, como si esto fuera Varadero.

La gente percibe voluntad política de limpieza urbana y agradece: incluso anoche vi a un viejo pasar en bicicleta frente a la sede del Partido Provincial gritando «Viva Tapia, Viva Tapia» (Tapia se apellida el nuevo Primer Sectretario del Partido Comunista de Cuba en Camagüey). Igual esta mañana escuché a otro viejo pasar en bicicleta gritando «El fin está cerca… Cristo viene pronto…», pero como los vaticinios armagedónicos poco tienen que ver con la higiene citadina, los dejo para otra vez.

El Plan Tareco es también de intercambio de tarecos. Verá por qué. Los vecinos ricos botan las botellas de ron, cervezas y maltas, despojos de sus acostumbradas fiestas «proletarias» de reguetón y cuentos cuyos protagonistas se nombran en diminutivos entre sí, y los vecinos pobres las recogen para vendérselas luego a la Empresa Recuperadora de Materias Primas. Mi abuelo botó un escaparate viejo y roído por el comején, y la vecina X lo recogió para cocinar… porque ella cocina con leña.

Todo sirve aquí, todo tareco cambia su valor de uso y se trasfigura una y otra vez, de pomo de refresco de familia pudiente a florero centro de mesa de familia pobre, de chasis de Televisor soviético a mostrador de merendero, de llanta de bicicleta inútil a posadero de cotorra. Lo malo es que a veces a la gente se les va la mano, y recogen hasta escombros, digo en sentido figurado, aunque también hay quien recoge escombros de verdad para rellenar la zapata de alguna construcción urgente. Intercambiar tarecos es también una costumbre cubana de la que no escapa casi nadie, casi nadie cubano, nadie al menos tan cubano como la gente cubana normal y mayoría de salarios bajos y colas y vacaciones limitadas : yo mismo hace poco he recogido un muelle semi oxidado…. ya me servirá para algo.