En cada cuadra un comité, o «que me pongan en la lista»

Si nos guiamos por la Televisión Cubana, con sus spots y noticieros, los CDR (Comités de Defensa de la Revolución) constituyen una organización vigorosa de entusiasta masividad e inigualable fortaleza y arraigo popular. Se muestran cederistas (miembros de esa organización) con sus brazaletes identificativos acompañados de sonrientes policías durante las rondas de guardias nocturnas, o chapeando los yerbazales del vecindario, o pintando la fachada del edificio: una imagen completamente falsa en tanto no significa la regla sino la excepción. Esto explica porqué mucha gente hoy enciente el TV y piensa: aventuras animadas de ayer y hoy presentan.

Los CDR se crearon al calor de la entonces naciente Revolución Cubana, pero la verdad verdadera es que ya no son lo que fueron en sus primeras décadas cuando la situación histórica era otra y la gente aprobaba las leyes en las plazas (la gente de La Habana, en las plazas de La Habana) por el controvertido método de la algarabía eufórica.

El papel de esta organización en la Historia de Cuba va desde los méritos incuestionables de las campañas antipoliomielitis y antivectoriales, el activismo sobre el reciclaje (recogida de materias primas, en un tiempo en que no era frecuente a nivel mundial), las donaciones voluntarias de sangre y los verdaderos trabajos voluntarios, hasta lamentables episodios de actos de repudio en contra de ciudadanos que decidían emigrar, y delaciones trapaleras de la más baja calaña, barriotera chivatería, contra personas que vendieron durofríos o pintaban uñas sin la debida autorización y papeleo correspondiente.

Un socio me contó, por ejemplo, que en el año 80 las viejas de su CDR le tiraron huevos hasta decir ya está bueno cuando decidió entrar y asilarse, con un mango debajo de un brazo, una jaula de bijirita en el otro y un pullover que decía traidor, en la embajada de Perú en La Habana. Esto último, sin embargo, ha sido totalmente superado: hoy el CDR no se involucra para nada en la vida personal de la gente.

Crear una organización de vigilancia vecinal, en un contexto sociocultural como el de Cuba es una tarea difícil, sobre todo lograr que no se confunda su misión protectora de los intereses de la colectividad con la protección de intereses personales.

Lizzette Vila, destacada realizadora de audiovisuales y feminista cubana, le dijo chea (persona ridícula) a una amiga mía cuando esta le confesó que su primer beso de amor había sido durante una fiesta de su CDR.

Un hecho inobjetable es que la juventud cubana se interesa muy poco en el funcionamiento de los CDR. Las cifras hablan de un exiguo activismo juvenil, y menos de jóvenes que se interesan por dirigir en esta área. A los CDR se ingresa de forma automática a los 14 años de edad (a mí, por lo menos, nadie me preguntó ni me explicaron nada, solo me dijeron ya te toca pagar el CDR). A los 14 años de edad es difícil que alguien se interese en el colectivo: es sociológicamente imposible. El resultado es que a todos esos miembros de entre 14 y 25 años, les pagan sus cuotas sus madres y abuelitas pensionadas porque ellos no tienen ingresos salariales.

La reciente Conferencia Nacional del Partido Comunista de Cuba (PCC) planteó, entre otras cosas similares, una reivindicación para la función social de los CDR; sin embargo no parece que vayan a haber grandes cambios más allá de la palabra. Los funcionarios a nivel de cuadra siguen siendo, con sus excepciones, claro, o la histérica aburrida y laboralmente peritada por salud mental, o el infeliz que por su grado de compromiso político en el trabajo no pudo decir que no quería que no le entusiasmaba demasiado detentar los poderes del cargo…

El CDR continúa siendo, a grandes rasgos, referente de 2 caldosas (comidas colectivas) al año, con pachanga incluida, y de las buenas referencias comunitarias, imprescindibles para obtener un contrato de trabajo en una empresa estatal. Por eso este 28 de septiembre el espíritu popular respecto al aniversario 52 de los CDR ni siquiera se acerca al muchísimo ruido que promueve la Televisión Cubana, cuyos reportes de provincias hablan de un júbilo y un entusiasmo que yo, sinceramente– lo cual juro por mi madre–, no veo por ninguna parte, en ninguna de las muchas cuadras que camino a diario en esta ciudad de adoquines y bicicletas.

No veo a los CDR involucrados en la lucha antivectorial (recordar que en Camagüey hay un brote epidémico de Dengue entre 200 y 300 casos de sospecha por día porque las autoridades competentes no hicieron a tiempo lo que debían hacer para proteger a la población aunque la TV sí lo hizo, mal pero lo hizo: no faltaron los spots ni los programas Sin tregua otra muestra del caso que le hace la gente a la TV)*

Tampoco me consta que hagan mucho por las donaciones de sangre (yo, por ejemplo, soy un hombre sano de 25 años y nadie me ha dicho nunca que done sangre. o quizás estaré enfermo y ellos lo saben y yo no ¿?); ni por el reciclaje: ya no recuerdo la última vez que alguien pasó recogiendo botellas por mi casa a nombre del CDR; en esto influye que ahora la materia prima se puede vender a compradores particulares, que a su vez la revenden luego a la Empresa Recuperadora, de modo que el rol del CDR se ha limitado bastante en este campo del que otrora fue pionero.

Y de las guardias cederistas no es posible hablar nada porque, salvo contadas excepciones, no constituyen una práctica real a gran escala. En Cuba la única cederista que ha atrapado un ladrón durante una guardia nocturna se llama Chuncha y habita en un dibujo animado del ICAIC (Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográfica).

A lo mejor en Cienfuegos la cosa camina de otra manera (Cienfuegos obtuvo el primer lugar nacional en le emulación cederista), si es así ruego que algún cienfueguero chille y me aclare.

En resumen: los CDR no deben desaparecer porque mayormente ya lo hicieron, solo falta atemperar el resto de las instituciones con este hecho incuestionable e irreversible a la TV, por ejemplo. Esto no significa que en Cuba no haga falta la organización de vecinos, claro que sí, eso es un derecho y una necesidad; solo que entonces la organización debe tener el nombre que elijan los vecinos de cada cuadra, o de cada conjunto de viviendas que desee agruparse por voluntad propia, y debe tener el funcionamiento y la estructura que ellos mismos decidan, sin tantas oficinas y papeleos, sin tanto funcionariado burocrático con tanto discurso soso y sin tanto alarde.

  • Otra costumbre popular y jaranera con respecto a la TV cubana, sugiere la ubicación de jabas y pomos debajo del televisor, para recoger así y solo así las grandes cantidades de papas y leche fluida que sale en las noticias.