Experiencia gay en la terminal… o «esto no es lo que parece»

Carlos Diego, el chama de Carlos y Diana, es la prueba irrefutable de que «esto no es lo que parece».

Yo no soy mari…nero, soy capitán, osea que me gusta el pan de bola y no el de flauta, pero igual a estas alturas medio Camagüey pudiera estar comentando otra cosa. A continuación expongo los graciosos sucesos que derivaron en tal confusión.
Haca unos días me levanté a la hora de siempre y suena el teléfono: era Carlos, mi amigo bayamés. –Qué bolá. – Qué bolá. Carlos me dice que era el cumpleaños de Diana, su mujer, y que quería darle una sorpresa, que ya él venía en camino en Yutong y que necesitaba un ramos de flores, el más grande y más vistoso, que lo comprara y lo esperara en la terminal al mediodía.
En ese momento juro que me concentré más en el reto de conseguir un ramo de flores en Camagüey que en otra cosa, aunque siempre se me ocurrió que aquello a la vista desconocida iba a parecer un gesto gay bastante notable. De cualquier forma un amigo es una amigo y si su mujer es mi amiga y está de cumpleaños pues con mayor razón hay que hacer lo que haga falta por facilitarles el buen momento, pensé. Salí para el cementerio en un camión de a peso y compré un ramo de rosas rojas de 20 pesos. Regresé en un medio de trasportación alternativa de tracción animal, o maldito carretón de caballo con ruedas cuadradas de a tres pesos: ¡ay qué lindas!, ¿son para tu novia?, me preguntó una señora. Para una amiga, le dije, y me bajé en la terminal.
La terminal de ómnibus de Camagüey es un lugar saturado de gente, perros, puestos rodantes de pan con minuta de a cinco pesos, y taxistas y bicitaxeros… Los taxistas por cuenta propia y bicitaxeros en Camagüey, junto a los cocheros, constituyen una fauna humana particularmente bufona que a vece roza el adjetivo indeseable: aunque hay excepciones, muchos hablan con la boca llena, gritan e intercambian bromas pesadas que incluyen cocotazos, golpes en el estómago, patadas en el culo y JA JA JA JA JA como el niño sádico de Toy’s Story… Ponen reguetón a todo volumen por la calle, se limpian la boca con la misma toallita con que se secan el sudor del cuello, etc, etc.
Ese día la terminal estaba como de costumbre de bicitaxeros y taxistas aglutinados en la puerta de salida a la caza de pasajeros cansados. Por esa puerta debía esperar yo a Carlos, y darle el ramo de rosas para Diana. Desde que llegué la gente me empezó a mirar: un joven con una ramo de flores es una escena infrecuente, y sumada con la cara de «y ahora dónde me meto» que yo traía, hasta patética. Entonces fue cuando supe que debí haberle dicho a Carlos que lo esperaba en la esquina, que le llevaba el ramo directo para casa de Diana, o que recogiera romerillos en el camino…
Cuando llegó el momento de la verdad ni siquiera miré para los lados: Qué bolá asere, y un abrazo… y luego, naturalmente, la entrega formal de mi socio rojo el ramo de rosas. Carlos sí miró alrededor: Compay to’l mundo nos’ tá mirando, y se’s tán riendo asere, me dijo. Pensé en reirme yo también y decir el típico «esto no es lo que parece», pero tenía demasiadas ganas de salir del impasse. Vamonos pa’l carajo, y nos fuimos, y hasta le cargué la mochila para que pudiera examinar el ramo.
Ya en la casa Carlos se alegró de no vivir en Camagüey, el ataque de risas de Diana fue mi regalo a su cumpleaños 26, y me encargué de dejarles bien claro que el año que viene se regalaran un plátano o lo que fuera, siempre que no tuviera que llevarlo yo a la terminal.