Pensar es actuar

Cortesía de Anónimo 7 para este blog

Cuentan que Aníbal, la noche anterior a su muerte, sentado sobre una pila de cuerpos en la entrada del campamento, observaba sus elefantes respirar la oscuridad de la madrugada cuando pensó que una flecha con punta de cobre le atravesaría, y la sangre, brotando del cuello en eyaculaciones sucesivas, dibujaría en la arena la silueta de las colinas de Cartago. Con esta cara que hacemos cuando la certeza de lo inevitable se confunde con la incertidumbre de que lo pensado se coagule en hechos, con este ademán inefable que recuerda el aliento de una bestia, se dirigió a la tienda de los magos babilonios para consultarles cuál de los cuatro vientos pretendía traerle el fin.

Frente al altar los augures le dieron a tomar caldo de sauce, y cuando el sopor le ganaba, alcanzó a ver la mano del sacerdote asiendo una flecha con punta de cobre, la flecha hincarse en su cuello, y su sangre figurar en la arena no solo las colinas, sino también las cara y las voces de los vendedores de higos en la plaza de Cartago.