La lengua

Una vez en la Universidad, mientras se discutía un asunto muy importante para toda la Facultad en el que alumnos y directivos sostenían posiciones contrarias, pedí la palabra, superé mi miedo al discurso público y comencé una enardecida disertación sobre nuestro legítimo derecho y tal…Y fui cogiendo impulso a medida que veía los rostros de aprobación en la gente que te animan a seguir, como diciendo “la estás poniendo buena”.

Pues de tanta locuacidad terminé cagándola a lo grande: todo lo anterior se fue por el caño cuando dije: “si hubiésemos escribido a nosequién…” Y ya, comienzo y final de una carrera de orador por un simple desliz idiomático, por culpa de una cañona de la Lengua Española.

No pasé como se dice “una pena” porque en el fondo comprendí- y comprendo hoy -que tuve la razón, y que efectivamente, Cervantes ha escribido el Quijote.

El idioma no debe matar el sentimiento. Atar el discurso a leyes y normas implica un gasto de tiempo retrasante sino innecesario, y limita la comunicación.

La lógica indica que es andé y no anduve (hasta el Word me lo corrige….). Ya la Real Academia de obtusos que no salen a la calle acepta el participio freido, pero siguen creyendo que las formas correctas de la lengua “se aceptan”. Dudo que se llegue a tales niveles de localismos que haya que llevar intérpretes de un barrio a otro, y esto al parecer es el mayor temor de los reguladores del idioma.

Me parece que si un grupo humano se pone de acuerdo y entiende que la hembra del caballo es la caballa, y se comunican bien así, nadie tiene el derecho de pensar que están equivocados. A ver, si la chiva es la hembra del chivo, por qué razón no puede existir la caballa. ¿?

Para la gente en oriente un guineo es un platanito, para mí es un animal parecido al pollo, pero en su tierra entendí perfectamente que el equivocado era yo, el que hablaba extraño era yo. En Manzanillo le dicen “marteño” al susodicho platanito, y según me contaron es porque en el pasado el que los vendía solo sacaba su carretilla los martes…cosa que no me creo, por cierto.

El Español por un lado te amarra, limita tu derecho a construir la comunicación y por otro otorga demasiadas patentes, es decir…libertades. Por ejemplo el grandilocuente y ridículo eufemismo cubano: las “personas de color”, que son sencillamente los negros, que son negros porque su piel es negra como el carbón de madera y como la negra noche…., los “hombres que tienen sexo con otros hombres” que son los gay de toda la vida, vaya no digo que haya que llegar a aludirlos como “maricones” porque en realidad algunos no quieren ser Marías y aún así les gustan los tipos, pero enredar el asunto es patético; y por último el que más gracia me da: esa conducta perjudicial a la salud conocida como “fecalismo al aire libre”, que todo el mundo sabe lo que es, básicamente porque a todo el mundo se le ha tupido el baño en un campismo, o ha ido a una playa sin baño público.

Un poco de culpa en esto tiene Lezama Lima, que decía que había que convertir los majases en sierpes, o por lo menos en serpientes…

El caso es que aunque nací en español, y por más que eso es el idioma que prefiero, no dejao de verle su jodedera propia, sus incoherencias y sus “incomodancias”.